Victor ESQUIROL
VERSIÓN ORIGINAL (Y DIGITAL)

Tragedias en bruto

De repente, la ciudad se descubre como un organismo con vida (e incluso con conciencia) propia. Las calles lucen como venas colapsadas de seres extraños, o directamente hostiles; que reaccionan con violencia ante cualquier estímulo que el destino les plante delante. Se trata de una jungla de asfalto sucia, ruidosa, caótica... desagradable. Y aun así, tiene un magnetismo irresistible. Una fuerza de atracción que, gestionada por las manos adecuadas, puede llegar a convertirse en una invitación irresistible a entrar en lo que solo cabría definir como una –deslumbrante– trampa mortal.

Así operan “Good Time” y “Diamantes en bruto”, las dos últimas películas de los hermanos Safdie, una de las sociedades cinematográficas (definamos así su pacto artístico-fraternal) que más alegrías está dando a la comunidad cinéfila en estos últimos años. Lo que pasa es que a pesar de que los festivales más potentes del mundo hayan pujado siempre fuerte por el honor de presentar sus trabajos, estos han escapado casi siempre al privilegio de aterrizar en las salas de cine de nuestro territorio. Pero ya se sabe, y desde este espacio no me cansaré de repetirlo: el VOD también está para corregir los fallos del sistema.

De modo que, en este caso en particular, podemos acudir al inabarcable catálogo de Netflix, y encontrar en él esta luz oscura inconfundible, que ahora mismo está alumbrando el cine indie más valiente y arriesgado. “Diamantes en bruto” es, al fin y al cabo, una película que parece diseñada para agitar, durante las dos horas y cuarto que dura, las entrañas del espectador que ose enfrentarse en ella. Su protagonista (encarnado por un Adam Sandler decidido, una vez más, a reivindicarse como monstruo de la interpretación), es un ser despreciable a todos los niveles. El mundo de lujos en el que vive (pues es un comerciante de diamantes neoyorquino) no es más que humo; una fachada hortera que en realidad no es más que el precario sustento para el vicio, su auténtica pasión: las apuestas deportivas.

La primera escena del film ya nos presenta a un hombre ahogado por las deudas, y en esta asfixia se mueven permanentemente los Safdie. De esto va su cine: de captar los extenuantes ritmos de un presente desquiciado e igualmente desquiciante; de retratar a pobres diablos arrastrados (ya sea por designios del sistema o por los de sus propios pecados) a la más indigna de las supervivencias.

Tanto en “Good Time” como en “Diamantes en bruto” tenemos, por ejemplo, a dos desgraciados obligados a afilar sus aptitudes picarescas. La ciudad les acorrala una y otra vez, y ellos escapan milagrosamente en el último instante... solo para caer, inmediatamente después, en otra situación crítica en la que vida y muerte estarán separadas por apenas un par de latidos del corazón. Se impone la taquicardia; un ritmo frenético que nos priva de la posibilidad de planificar, tranquilamente, a largo plazo. A lo mejor porque no hay futuro... a lo mejor porque la victoria está igualmente prohibida. Es el apabullante horror de los hermanos Safdie, maestros del cine de la derrota; genios de la tragedia moderna.