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GUTUNAK

En cualquier país un poco serio


En cualquier país un poco serio, ante el resultado del desprendimiento en una vía de la importancia de la AP-8, que une toda la Cornisa Cantábrica, y que ha costado la vida de dos personas y gravísimas repercusiones en la cotidianidad de miles, su máximo responsable se debiera sentir interpelado, cual moción de censura, en su gestión, y en vez de poner a trabajar, a marchas forzadas, a su equipo de comunicación para salir airoso del trance, asumir su responsabilidad que se supone adherida al cargo, con la contundencia que requiere. Esto es: dimitir.

Dimitir porque no es baladí el haber estado ciego para no ver el claro peligro potencial que suponía el permitir un vertedero de semejantes características encima de la AP-8, pero sí muy lucido para cobrar peaje a quienes asumían el riesgo de pasar bajo él, con la falsa promesa de seguridad y comodidad, en una infraestructura por la que sigue cobrando 17 años después de terminada la concesión.

Dimitir porque su meta al frente del Departamento de Infraestructuras ha sido llenar nuestra antaño idílica Bizkaia de hormigón y asfalto con una planificación cuyo fin, más que favorecer la racional movilidad, parece estar orientada a satisfacer los ávidos beneficios de cementeras y constructoras como lo demuestra la prolongación de la inutilizada Supersur, que conlleva la destrucción de la reserva natural de Bolintxu, las variantes construidas en paralelo a la AP-8 innecesarias en costo económico y ambiental de haber liberado el peaje en 2003.

Pero el Sr. Pradales viene disfrutando del beneplácito de su su partido, el PNV, para esto y mucho más, desde que accedió al cargo y sus primeras medidas fueron adquirir para él 7.200 acciones de la constructora Sacyr, a la que se le adjudicaron las obras de la variante de Igorre y los túneles de Autzagane, y desde entonces sigue, no precisamente por su perfil competente, en el cargo, cosa que no sucedería en cualquier país un poco serio.