Preocupación en la trastienda
El número de licencias de pelotaris en Nafarroa en la última década ha descendido un 30,23%, cifra algo menor en la CAV, 19, 11%.
Un Parejas con buenas entradas en la mayoría de los festivales organizados, una plantilla de muy jóvenes profesionales, comarcas relativamente pequeñas como Tolosaldea con hasta 6 profesionales, o Sakana, con 4, y un gran seguimiento mediático a las competiciones de la LEP.M nos ofrecen un brillante escaparate de la pelota, de la mano profesional mejor dicho. Sin embargo, en la trastienda, en esa factoría que son los clubes, viveros de las estrellas del futuro, existe una profunda preocupación por el futuro de la disciplina a un medio-largo plazo.
Este forzado parón total de las competiciones permite mirar a la base y, por mucho que se hayan dado pasos de gigante en aspectos como la tecnificación, nadie duda a estas alturas que la calidad sale de la cantidad y parece estar uno de los principales caballos de batalla del futuro de este deporte que es la pelota.
Los datos, y sobre todo la evolución, en este sentido son preocupantes, sobre todo en las edades más tempranas. Repasando los datos de la Federación Vasca de Pelota, si en 2009 el número de licencias era de 2.726, en la actualidad esa cifra desciende hasta los 2.205; es decir, una reducción del 19,11% en la última década. Por poner un halo de esperanza, en el último ejercicio ha habido un aumento de cadetes, de 359 de la 2018-2019 a 384, eso sí, lejos de los 411 de 2009 y más aún de los 415 de un año después, el tope de esta década.
Nafarroa, más crítico
Nafarroa ha dominado con claridad el GRAVNI de los últimos años –no nos ha sido posible dar con los datos de Ipar Euskal Herria–, pero esos resultados no pueden hacer pasar por alto una tendencia aún más peligrosa. Y es que, según las estadísticas que maneja Juegos Deportivos de Navarra, que engloba desde benjamines, es decir, 10-11 años –los datos de la CAV arrancan desde cadetes, 15-16 años–, si en 2009 el número de licencias alcanzaba las 1.455, el último registro desciende a las 1.016 en la actualidad, un 30,23% de pérdida, sin más clavos ardiendo a los que asirse.
Puestos a buscar motivos a esta reducción de licencias, son varios los aspectos a tener en cuenta. Por un lado, la reducción de la tasa de natalidad es un dato objetivo muy a tener en cuenta, ya que en Hego Euskal Herria el número de defunciones supera al de los nacimientos y en este sentido, de los 20.905 nacimientos en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa de 2009, hemos bajado a los 16.100 de 2018 –los últimos datos disponibles–, mientras que el descenso en Nafarroa en ese mismo periodo de tiempo va desde los 6.844 a los 5.398 del último recuento publicado.
La mucha mayor diversidad de ocio de los más jóvenes, la expansión de otros muchos deportes, desconocidos hasta hace poco para la mayoría son también datos muy a tener en cuenta, pero esta lógica escapa a otro tipo de deportes como el fútbol, donde está otra gran parte del problema pues su competencia podría incluso llegar a considerarse desleal para el resto.
Por ejemplo, tomando los datos de la Federación Española de Fútbol, el número de federados en fútbol –la RFEF también suma los de fútbol sala pero los hemos dejado aparte–, ha subido en la CAV de los 26.457 de 2008 a los 67.704 de 2018 –en unos números que no solo incluyen, en ambos casos, a futbolistas, sino también entran entrenadores, delegados, utileros, etc.–. El aumento en Nafarroa es algo menos elevado, pero también muy significativo, pues se pasa de los 11.808 a los 14.679.
Pero sin llegar a esos extremos, tenemos el caso de otras disciplinas como el pádel, que puede tener más en común con la pelota, en el que se alcanzan las 6.465 licencias, 3.316 de ellas en Nafarroa, es decir, el doble de las de nuestro deporte.
Tampoco podemos pasar por alto el delicado momento de la mayoría de clubes. La transición de esa generación de abnegados voluntarios tiene serios problemas en el relevo y los problemas para la subsistencia de las escuelas son enormes, es decir, otro gran obstáculo a superar.
La preocupación, por lo tanto, está fundada en datos y merece ser tenida muy en cuenta para que nuestro patrimonio tenga asegurada la continuidad.