Raimundo Fitero
DE REOJO

El dedo

Los que siempre miramos el dedo cuando nos señalan a la luna, no tenemos capacidad refractaria para enfrentarnos a su influjos ni entendemos cómo se puede hacer un género periodístico, un tema trascendental, un encuentro colectivo el que llegue la cuarta superluna llena y rosa del ciclo. Se comprende circunstancialmente, ya que cuando las vacas se aburren matan moscas con el rabo, pero hacer de ello un tema, entra dentro de los síntomas de la enfermedad generada por los tiempos líquidos en los que vivimos tan propensos a la vacuidad.

Lo mismo que es sorprendente que los noticiarios de muchas televisiones dedican cerca de diez minutos a informar del ingreso de Boris Johnson en una UCI y todo girase sobre la anécdota y no sobre la situación de indefinición política para la ostentación del poder que ha creado en el Reino Unido esta circunstancia sobrevenida. Y no saben, ni siquiera, qué hacer en el caso que Boris, como le llama su amigo Donald, entrara a formar parte de la lista de fallecidos por el coronavirus. Trump, que está repudiando a la OMS, se mostró con toda su soberbia al expresar de manera solemne que le había ofrecido la ayuda de sus médicos. Un claro desprecio hacia la vieja Europa.

Como algunos miembros de la misma Europa muestran sobre otros, llegando a crearse un estado de tensión interna que llega a provocar el delirio de algunos subalternos que insinúan la posibilidad de un Brexit de los países del sur de Europa a los que los más rubios y altos están menospreciando. El atenuante para todo es la luna llena, súper y rosa y su influencia astral magnificente, las mareas se renuevan con fuerzas aumentadas y la vida queda suspendida por las decisiones que no toman quienes deben tomarlas. O las toman de manera convulsa, a empujones. Por eso es más atractivo mirar el dedo señalador con vocación acusadora.