Alvaro Reizabal
Abogado
JOPUNTUA

Gato por liebre

El pasado domingo cinco de abril era el día elegido por el lehendakari Urkullu para la celebración de las elecciones anticipadas en el tercio autonómico. Se cabreo mucho porque la idea de suspender la campaña no partió de su iniciativa, pero, con la que esta cayendo, cualquier observador imparcial admitiría que solo el pensar en la posibilidad de que la fecha de los comicios se hubiera mantenido hubiera sido un descomunal despropósito, y, además no hubieran podido celebrarse, al prohibirlo las disposiciones sobre el estado de alarma y el confinamiento que día sí y día también se dictan desde Madrid, ignorando por completo al Gobierno de Lakua, y, aprovechando, de paso, para tomar medidas de corte indudablemente recentralizador, como la de sacar a pasear el Ejercito a las calles, con la excusa de desinfectar las estaciones o aeropuertos, casi todos ellos semivacíos, tarea para la que los empleados públicos de la comunidad no precisaban de tan «desinteresada» ayuda, pero que envían el mensaje de que donde manda patrón, no manda marinero. Por si acaso las residencias de ancianos, mucho mas peligrosas y menos vistosas para filmar a los soldados entre la gente se las han dejado a los bomberos.

Y ante la suspensión de las elecciones el binomio PNV/PSOE se encuentra gobernando con el Parlamento disuelto, sin fecha para las elecciones y en una enfebrecida campaña electoral a costa de la covid-19 y de la dramática situación en víctimas mortales, que convierte en insoportables los informativos que emiten los medios más o menos afines a uno y otro. Toda novedad se interpreta en clave de logro del Gobierno Vasco: los cientos de muertos o los miles de contagiados porque cada vez hay menos, y hasta la aparición en el vertedero de Zaldibar de restos del coche de uno de los desaparecidos tras más de dos meses desde que ocurrió el desastre, es una noticia esperanzadora y muestra de su eficacia en la catastrófica gestión del asunto por parte del consejero Arriola y del lehendakari como responsable último. Y eso es dar gato por liebre.