Iñaki LEKUONA
Periodista
AZKEN PUNTUA

Fraternidad

El servicio público de sanidad galo, como el de tantos países de esta Europa que llamaron del bienestar, se ha quebrado varios huesos en un accidente pandémico que algunos aseguran haber previsto pero que nadie vio venir. Y ahora que nos hemos rotos los morros, los medios de comunicación «serios» nos hinchan a base de llamamientos a donaciones a hospitales, oenegés o centros de investigación, como en un remake de esa sociedad cristiana en la que se aparentaba combatir la desigualdad mediante una la caridad que tan sólo llegaba a lavar algunas conciencias.

Y no es cuestión de poner en cuestión la movilización social. Sólo de cuestionar un sistema que es incapaz de asumirse a sí mismo. Hasta ahora pensábamos que ese sistema nos excluía a algunos, condenados por ello a movilizarnos cada año en Herri Urrats y en cientos de eventos en los que los de siempre nos rascaríamos el bolsillo para sostener proyectos que por definición parecían extrasistema. Sin embargo, ahora, lo curioso es que lo que está fuera del sistema, lo que hay que sostener rascándose el bolsillo porque la estructura pública se ha visto incapaz de asumir, es la sanidad pública francesa. Esta noche, a las 20:02, cuando Macron alargue el confinamiento, recordemos que lo nuestro no es caridad, sino fraternidad. La que se sintió ayer. Y la que no podrá sentirse esta primavera en Senpere.