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SICOLOGÍA PARA UNA CRISIS

¿Reirse es desconsiderado?


Estos días estoy viviendo sensaciones muy contradictorias. Sé que son necesarios un poco de alegría y humor para llevar todo esto, pero hay veces que tanto chiste y «fiesta» en los balcones me llevan a pensar en los que están enfermos o perdiendo a sus personas más cercanas y no sé cómo les sentirán este tipo de manifestaciones. Es difícil compaginar el humor y la tristeza en un momento así. ¿No tendríamos que reflexionar un poco más sobre lo que está pasando?

(Juan, desde Uharte).

Hola, Juan. Quizá esto un sociólogo podría explicarlo mejor, pero lo que a mí me hace pensar tu comentario es en cómo estamos tratando de lidiar con el mayor impacto de esta pandemia sobre la mayoría de la gente: el miedo y la incertidumbre. Por un lado, como bien dices, hay muchas personas afectadas directamente, y son muchas más las que están afectadas psicológicamente por este temor, en concreto, todos. El virus, y su consecuencia más directa sobre la mayoría, el confinamiento, está ejerciendo un poder sobre nosotros nunca antes conocido en nuestra generación y en nuestra tierra, que es la restricción casi total de nuestros movimientos y de nuestra capacidad de acción.

Por decirlo de algún modo, en el fondo nos sentimos indefensos ante lo que «nos están haciendo». Y, a modo de contraataque, en un intento de sentirnos fuertes de nuevo, de sentir que estamos pudiendo con ello, de llenarnos de una energía que no tenemos de forma individual, nos inventamos todo tipo de rituales y… nos reímos del enemigo –que, en el fondo, es más fuerte si nos pilla, pero mientras tanto…–.

Al menos la risa, incluso la ridiculización del peligro, nos permite mantener la sensación de triunfo, lo cual es fundamental –muchos pueblos tienen este tipo de rituales–. Sin duda, hay que medir cómo se comparten ciertos chistes con personas que sabemos que tienen a alguien enfermo, o que están particularmente asustadas, pero incluso estas personas se beneficiarán de que el resto del grupo se sienta fuerte, despreocupado, y más ligero, que podrá protegerles. Podríamos pensar que es artificial o desconsiderado –y a veces lo es–, y también podríamos pensar que estamos encontrando fortaleza y cohesión en quien está cerca. Y que eso se nos venía olvidando últimamente.