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AZKEN PUNTUA

¡Solo es una película!


Cuando una película narra un hecho histórico, no es rigurosa con la verdad y manipula la historia, siempre hay alguien que lo disculpa con el clásico y benévolo «¡solo es una película!». A mi generación, que crecimos deslumbrados por la magia del cine, cuando éramos adolescentes, los westerns nos hicieron creer que los indios eran los malos y los buenos los vaqueros o que la II Guerra Mundial se ganó gracias a la intervención de EE UU. La madrugada del 9 de mayo de 1945, hoy se cumplen 75 años, el Ejército Rojo entraba en Berlín después de contener durante meses a los nazis en el frente oriental, resistir en Lenningrado y vencer en Stalingrado y Kursk. Ese mismo día, al izar la bandera roja en el Reichstag, se culminó la derrota definitiva del Ejército alemán y la rendición del fascismo. Al terminar la guerra, según el Instituto Francés de Opinión Pública, el 57% de los franceses, y de muchos europeos, defendía que la entonces Unión Soviética fue la nación que más contribuyó a la derrota de Hitler. En el 2015 sucedió lo contrario, más del 62% atribuyeron el éxito a los EE UU. Las grandes producciones de Hollywood como “El día más largo” (1962), “Salvar al soldado Ryan” (1998) u otras realizadas a lo largo de los años habían cambiado la perspectiva histórica y habían ganado el relato. No, una película nunca es solo una película, ni el cine solo cine.