Beñat ZALDUA
CRISIS DEL CORONAVIRUS

¿El coronavirus ya no existe?

Hasta nueva orden, sigue existiendo, pero las afirmaciones de un mediático médico italiano sobre su práctica desaparición clínica han levantado la polémica. No hay evidencia de que el virus haya mutado y sea menos lesivo, pero hay motivos para pensar que puede ser estacional y dar una tregua en verano, un tiempo vital para seguir investigando.

El jefe de Cuidados Intensivos del hospital San Raffaele de Milán, Alberto Zangrillo, abrió el domingo la caja de los truenos asegurando en la RAI que «desde el punto de vista clínico, el virus prácticamente no existe más». Bum. Resumió así la menor carga viral con la que llegan los infectados, que apenas entran ya en las UCI, dijo. Y cargó contra las autoridades políticas por «aterrorizar» a la población, descartando una segunda ola.

Al día siguiente, el “Corriere della Sera” informaba del estudio en el que Zangrillo se apoyó para realizar tales afirmaciones, y entrevistó a uno de sus responsables, el director del laboratorio de microbiología y virología del San Raffaele, Massimo Clementi. En un tono mucho más comedido, este virólogo explicó que, según su estudio, «el coronavirus es menos capaz de replicarse» y que «en las últimas semanas han llegado pacientes leves». El estudio, en cualquier caso, está todavía en proceso de elaboración, por lo que la comunidad científica ni siquiera ha podido contrastar las afirmaciones de Zangrillo.

«¿El virus ya no existe?», preguntó la subsecretaria de Salud italiana, Sandra Zampa, antes de llamar a la prudencia, considerando que «es un mensaje equivocado» y recordando que no hay todavía «evidencia científica que respalde la tesis de que el virus ha desaparecido». «Todavía circula y es equivocado dar mensajes que no inviten a la prudencia», añadió Luca Richeldi, presidente de la Sociedad italiana de Neumología.

El debate está servido, y no solo en el plano científico. Un día antes de las declaraciones de Zangrillo, médico de Berlusconi durante muchos años –no está claro que hable mal de él, il cavaliere tenía dinero para pagarse un buen doctor–, modestas manifestaciones en Roma, Milán y otras ciudades denunciaron la «invención» del coronavirus con el objetivo de «encerrarnos en casa e instaurar un nuevo orden mundial». Los entrecomillados responden a las palabras de Antonio Pappalardo, exgeneral de los carabinieri, agitador de largo recorrido y autoproclamado líder de los «chalecos naranjas». Las manifestaciones, según las crónicas, fueron pequeñas mezclas de lunáticos y militantes de grupos de extrema derecha como los vinculados a la Casa Pound.

Afirmaciones como las de Zangrillo dan alas a negacionistas y amantes de las conspiraciones. En Italia y en el resto del mundo. La revista “Science” advirtió hace casi un mes de que «los opositores a la vacuna están ganando la batalla» en las redes sociales, tras analizar más de 1.300 páginas de Facebook con más de 100 millones de seguidores. Una encuesta de la agencia Associated Press (AP) y el Center for Public Affairs Research señaló hace una semana que solo la mitad de los estadounidenses se pondría una vacuna contra el coronavirus por mucho que le asegurasen que es fiable. De ahí la polémica por las palabras de Zangrillo, que no tuvo empacho en criticar a las autoridades por alarmistas, en un país en el que coronavirus se ha llevado por delante al menos 33.530 vidas.

La esperada estacionalidad

Pero una cosa es el debate público, y otro el científico. ¿Puede ser, efectivamente, que el SARS-CoV-2 haya mutado hacia versiones menos agresivas? La pregunta es pertinente, porque puede ocurrir. Lo cierto es, sin embargo, que no hay evidencia científica de que esto haya ocurrido. Así lo subrayó el lunes la jefa del departamento de enfermedades emergentes de la OMS, Maria Van Kerkhove, tras recordar la expansión presente del virus en numerosos países de América Latina.

Martin Hibberd, profesor de Enfermedades infecciosas emergentes en la London School of Hygiene & Tropical Medicine, fue más concreto: «Con datos de más de 35.000 genomas del virus, no hay evidencia de una diferencia significativa en la severidad». A la espera de nuevas evidencias, por lo tanto, no parece que pueda decirse que el virus ha mutado. Sigue siendo el mismo.

¿Significa eso que la investigación de San Raffaele no sirve para nada? No. Lo que los médicos de Milán han constatado sobre el terreno es lo mismo que se está viendo en muchos lugares de Europa. También en Euskal Herria. Y en Catalunya, donde el jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’Hebron, Benito Almirante, también descartó nuevos rebrotes y auguró que en tres semanas la circulación del virus será marginal. Pero Almirante no se aferra a un cambio del virus, sino a la estacionalidad, recordando que la gripe también desaparece en verano.

¿Por qué ocurre algo así con diferentes tipos de virus? Los científicos siguen sin tenerlo del todo claro. La temperatura es uno de los factores, pero en el caso de la gripe se ha demostrado que lo es todavía más la humedad. Al ambiente hay que sumar la conducta humana: en invierno pasamos más tiempo en lugares interiores con poca ventilación –véase el caso de los menores y las escuelas–. También hay hipótesis sobre la debilidad del sistema inmune durante el invierno, así como sobre el fenómeno de «agotamiento de huéspedes susceptibles».

Siguiendo estas hipótesis, así como lo ocurrido con otros coronavirus previos, el epidemiólogo de Harvard Marc Lipsitch señala que «hay razones para esperar que el SARS-CoV-2 se transmita de forma más eficiente en invierno que en verano, aunque no conocemos los mecanismos responsables». Considera, sin embargo, que al ser un virus nuevo para los humanos, será difícil que la transmisión se frene por completo. Los pequeños focos que se siguen detectando tanto en países asiáticos como europeos, donde lo peor parece haber pasado, alimentan esta idea.

El profesor Hibberd, ya citado, sugiere una línea similar para reforzar la idea de la estacionalidad, y defiende que la menor gravedad de los casos que llegan al hospital puede deberse también al menor número de infectados. «Sabemos que el virus puede infectar a muchas personas, tal vez a la mayoría, sin producir síntomas, y el 80% que tiene eso síntomas padecen una enfermedad leve. Durante un brote, es probable que esos casos leves o asintomáticos se pasen por alto, pero cuando el número de casos graves disminuye, puede haber tiempo para comenzar a observar a personas con síntomas leves, dando la impresión de que el virus está cambiando», explica.

Preguntas sin respuesta

A modo de resumen, resulta bastante ocioso dedicarse a discutir sobre un estudio italiano que no ha visto todavía la luz. Ya escucharemos a los científicos cuando puedan leerlo. Dicho esto, parece haber razones para pensar que, efectivamente, pueda darse cierta estacionalidad y que, como sugieren los indicadores, el virus dé una tregua en verano. Pero siguen siendo hipótesis por confirmar. El importante repunte de casos en Irán, por ejemplo, genera dudas.

La de la estacionalidad es, al fin y al cabo, una más de las preguntas que científicos de diversas disciplinas tratan de desentrañar para anticiparse a nuevos episodios.

No es la única pregunta sin respuesta clara. El fenómeno de las personas o eventos supertransmisores –los últimos estudios calculan que entre el 5 y el 10% de los infectados son responsables del 80% de los contagios– sigue siendo un interrogante mayúsculo cuyo mayor conocimiento será fundamental para limitar la transimisión del virus. Cada vez se sabe más sobre los espacios que facilitan la transmisión –cerrados, poca ventilación–, pero se buscan mayores evidencias. Por no hablar de uno de los temas más polémicos, sobre los que hay estudios para todos los gustos: la capacidad de transmisión de los menores. Alcanzar algún consenso científico en este punto se presenta como algo crucial, dadas las consecuencias que tienen medidas como el cierre de las escuelas. Tampoco hay conclusiones tajantes sobre el nivel y el periodo de inmunidad de quienes superan la enfermedad.

Si se confirma, la tregua estival puede dar un tiempo precioso para buscar esas respuestas y avanzar en la búsqueda de tratamientos y vacunas.

 

Urruntze fisikoa erlaxatzearen arriskuaz ohartarazi du Nafarroak

Eguneko zenbaketak berri gutxi utzi zituen atzo Euskal Herrian, edo beste modu batean esanda, berri onak. Nafarroan aurreko astean altu zeuden eguneroko positiboak asko jaitsi dira, eta atzo bakarra antzeman zuten. EAEn lau izan ziren kasu berriak, denak Araban. Hurrengo egunetan ikusi beharko da foku txiki baten aurrean gauden edo, besterik gabe, kasu isolatuak diren. Zifra, edonola, baxua da. Berdin hildakoekin. EAEn bi izan ziren, eta Nafarroan bakarra ere ez. Koronabirusak inor hiltzen ez duen laugarren eguna jarraian izan zen atzokoa herrialdean.

Iruñeko Gobernuak astearteetan publikatzen du asteko boletin epidemiologikoa. Atzoko ondorioak positiboak dira, baina abisu bat dakarte: «Birusaren zirkulazioa berraktibatu daiteke urruntze fisikoa bermatzen duten neurriak gehiegi erlaxatzen badira». Txosten berean azaltzen dute Osasunbideak nafarren %9,6ri egin diola testa eta biztanleria osoaren %1,5ek bakarrik eman duela positibo. Azken astean hiru pertsona bakarrik ospitaleratu behar izan dituzte, zifra benetan baxua. EAEn, ordea, kasu gutxiago antzematen dira orokorrean –nahiz eta azken egunetan orekatzen ari den–, baina ospitaleratu gehiago daude. Atzo, egun bakarrean, hiru: bat Araban eta bi Gurutzetan. Donostiako ospitalean, ordea, zazpi egun daramate inor ospitaleratu gabe. GARA