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JOPUNTUA

Fenómenos paranormales


Hoy han decretado el inicio de la Nueva Normalidad. Los más atentos ya vislumbraron señales inequívocas de neonormalidad en intervenciones de preclaros políticos, clérigos, militares y gentes de la cultura de lo que algunos llaman España. Así hemos podido enterarnos, gracias al único catalán llamado Jorge al que acompaña un aparcacoches celestial que responde por Marcelo, que el resto de catalanes, amén de tacaños, son demoníacos. Se lo dijo Ratzinger el emérito pontífice al entonces ministro de Interior: el Procés es un plan del Diábolo para destruir España por sus servicios prestados a la Iglesia de Cristo. «El Diablo ataca más a los mejores», comunicó el pastor alemán, y España es la mejor (como ya sabía Manolo el del carro). No paran aquí las andanzas del tal Belcebú. El inefable arzobispo Cañizares ha descubierto que Satán actúa en plena pandemia confeccionando vacunas con células de fetos abortados. A la condenación eterna por la vacunación. No acaba aquí la cosa en relación a la Ciencia: Todo un responsable del templo del saber y conocimiento que es la Universidad Católica de Murcia, alerta de las intenciones de los esclavos y seguidores de Satanás que no son, sino la de introducirnos de rondón con las vacunas de fetos abortados, un ‘‘chis’’ para anular nuestra libertad (imagino que el libre albedrío católico). Advierte del Anticristo de la Neonormalidad, Bill Gates, que no contento con habernos jodido la vida con el Windows Vista, ahora quiere rematarnos con un diabólico ‘‘microchis’’ en vena. Lo habían denunciado gentes de la Cultura como el hijo de la del pelo azul que también hablaba con los ángeles, Miguel Bosé. Y también, su correligionario Bunbury, el héroe enmudecido que no calla, ora plagiando a Sarrionandia ora apoyando a Trump en su ataque a la OMS.

Neonormalidad es que el conocimiento público del crimen exonere de responsabilidad tratándose del Rey o del Señor X. Neomemoria Histórica al servicio de la gobernanza.

Igual mejor bajarnos de la normalidad española y quedarnos anormales perdidos.