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EDITORIALA

Las empresas pueden aportar más a Hacienda


Obtener más recursos públicos va a ser una de las claves para hacer frente a las consecuencias que ha dejado la pandemia. Y una de las principales fuentes de ingresos públicos son los impuestos. Repasando las principales figuras tributarias llama poderosamente la atención la menguante evolución que ha tenido el Impuesto sobre Sociedades en la recaudación total, hasta convertirse a día de hoy en un tributo prácticamente marginal. Conviene recordar que es un impuesto que las empresas pagan sobre los beneficios que han obtenido y las sociedades no han dejado de ganar dinero, o al menos, eso anuncian periódicamente. Por tanto, la caída de la recaudación de este impuesto no es por falta de beneficios.

Fundamentalmente dos son las causas de esta pérdida de capacidad recaudatoria. Por una parte está el extraordinario desarrollo que ha tenido la ingeniería fiscal para que las sociedades pudieran eludir el pago de impuestos. Tal es la magnitud de las pérdidas para las haciendas públicas que en el año 2013, la OCDE, a propuesta del G20, puso en marcha el proyecto BEPS (Erosión de la Base Imponible y Traslado de Beneficios) con el que intenta establecer unas reglas de juego mínimas para que las empresas cumplan con su obligación con el fisco. Por otra parte, y relacionado con lo anterior, está la creciente competencia entre sistemas fiscales que también continúan innovando para proporcionar nuevas vías de elusión a las sociedades.

No obstante, el peso de la recaudación por este impuesto varía mucho entre países. Aquí entra en juego la voluntad política de cada gobierno por mantener un sistema fiscal equitativo y justo. A la vista de los datos, las haciendas forales no se cuentan entre los gobiernos determinados a que las empresas también contribuyan a los gastos generales de la sociedad. Pero que no lo hayan hecho hasta ahora no significa que no lo puedan hacer en el futuro. Hay mucho recorrido por delante.