JUL. 13 2020 Todo el país periferia, todo el país centro Floren Aoiz @elomendia Uno de los retos de estas elecciones en la CAV era sacudir el no-oasis vasco-occidental sacándolo del día de la marmota en el que parecía encerrado. Para quien quiere cambiar las reglas de juego, más allá de obtener determinados resultados, hay que polarizar y politizar, por eso, tanto en Nafarroa como en Ipar Euskal Herria hemos visto un notable dinamismo, sin que esto implique una fotografía «mejor» que la de la CAV. El cuadro esperanzador en estas «periferias» es porque, más allá de las ilusiones de acontecimientos mágicos que lo transformen todo milagrosamente, la manera de arrancar cambios y consolidar conquistas es mediante movimientos de fondo. PNV y PSOE suman mayoría absoluta y en una perspectiva convencional-liberal, estos resultados indicarían un fracaso para el soberanismo, porque no parece que vaya a gobernar. En una visión estratégica, atendiendo a las relaciones de poder y la complejidad, pero a la vez necesidad de modificarlas radicalmente, el avance logrado tiene un valor enorme, porque confirma que la alternativa es la izquierda y la izquierda es soberanista. Esto, asumido por quienes compartimos una determinada manera de ver el mundo, no era tan claro para otras muchas personas, pero eso está cambiando. Los muros de contención para evitar el crecimiento soberanista han sido desbordados y esto es un fenómeno político que puede marcar el futuro. Miles y miles de personas se han distanciado hoy del discurso que separa artificialmente la cuestión de la soberanía, considerada identitaria, de las condiciones de vida y trabajo, presentadas como materiales. Habrá que ver si se trata de un cambio coyuntural o una nueva tendencia, pero los pasos dados en los últimos tiempos son firmes y creo que apuntan a nuevas articulaciones. Además, el soberanismo ha superado un cierto síndrome del hijo pródigo con respecto al PNV. Ya no se trata de cortejarlo, ni de competir por el perfil abertzale para sumar adhesiones de votantes desencantados por sus claudicaciones, sino de liderar una alternativa estratégica y empujar la transición hacia otro modelo de sociedad. Hay que destacar la influencia del cada vez más pujante feminismo y la importancia del voto joven, pero también la posición clara y firme adoptada en la crisis del covid-19. EH Bildu, como el BNG en Galicia –ave fénix protagonista de un salto histórico– representa hoy la expresión política de la vida frente a un capital insaciable empeñado en destruirlo y mercantilizarlo todo. EH Bildu y PNV han liderado una polarización de la que ambos salen beneficiados, para disgusto de quienes han adoptado posiciones subalternas. El soberanismo ha aparecido como alternativa y eso permite al PNV recoger adhesiones «de orden». Hay que leer el significado de este reforzamiento conservador-autoritario de los jeltzales: el eje continuista está en condiciones de liderar la acción institucional, pero también han perdido miles de votos en los últimos cuatro años, muchos miles de votos. Si se dejan llevar por la euforia, pueden creer salvado el «oasis» pero las tendencias apuntan un panorama mucho menos esperanzador para el jeltzalismo. La derecha españolista ha salvado al partido de Zaldibar y las grandes empresas, pero solo porque el reino de España necesita cada vez más subcontratar la gestión en la CAV. En esta extraña noche de verano, en plenos no-sanfermines, el país, visto desde el Casco Viejo de Iruñea, es hoy más periferia y centro a la vez. No hemos hecho cima, de acuerdo, pero nunca habíamos instalado un campo base a tanta altura. Ahora hay un dinamismo con aire de familia en todos los territorios del país y esto permite plantearse nuevos retos. Ha sido una gran noche.