AUG. 04 2020 GAURKOA Aportación a la construcción del relato José Ramón López de Abetxuko Likiniano A pesar de que la situación pandémica tan dramática y sus graves consecuencias parece que relegan algunos problemas, es tiempo también de retomar asignaturas pendientes para entender más correctamente algunas claves de lo que acontece y sus derivadas en lo que se ha dado en llamar el relato. Son episodios relativamente recientes para una gran parte de nuestra sociedad que todavía los conserva frescos en su memoria y nítidos en sus retinas, y cuyas consecuencias todavía se siguen injustamente sufriendo y siguen presentes en nuestra sociedad. Es tiempo de hacer pedagogía o, al menos, incidir para no olvidar. No podemos dejar que con el paso del tiempo el relato lo escriban los verdugos desde sus despachos y laboratorios para, al objeto de homologar y blanquear sus trayectorias, confundir y eludir responsabilidades endosándoselas al adversario. Hay que transcribirlo con total objetividad, sin eludir las propias responsabilidades en las consecuencias, pero con absoluto rigor en el diagnóstico y lectura del contexto en los orígenes del conflicto, así como en los objetivos e inercias en su mantenimiento. Esto es algo primordial para tratar de restañar heridas y eliminar recelos, además de que, sin duda alguna, pasará a formar parte de nuestra historia transmitiéndose a generaciones venideras. Además, hay que dejar patente con claridad meridiana que no todos gozamos de las mismas libertades y oportunidades. Mientras una de las partes puede decir y contar lo que quiera sin ningún tipo de rigor, falsear clara e impunemente los hechos y ocultar sus desmanes e injusticias amparándose una y otra vez en la aplicación de su justicia, la otra parte no puede ni tan siquiera exponer un análisis sobre los orígenes que pueda esclarecer el embrión y duración del conflicto, así como su arraigo político y social en Euskal Herria, y no lo puede hacer porque sacarían del cajón de su justicia alguna de las muchas leyes creadas ad hoc para imputarle y condenarle. Juegan con las cartas marcadas al más puro estilo trilero. Solo hay que ver las ingentes cantidades de dinero que gastan en la difusión en medios públicos y privados de libros o libelos, películas, reportajes, etc., para imponer su versión, distorsionando la realidad histórica, generando una narrativa made in Spain donde el autor se recrea para que su relato sea acorde con el de quien le subvenciona. Los que propiciaron el golpe de Estado militar del 36 y lo han socializado como «guerra civil», los que tras el fallecimiento del dictador Franco pasaron de la noche a la mañana a ser demócratas por mor de lo que les gusta llamar transición modélica vienen a decir que se disparaba al aire aunque aparecieran cadáveres en el asfalto, que los cuerpos de seguridad y los aparatos del Estado en sus más altas esferas no tenían nada que ver con el terrorismo del GAL, BVE, Triple A, etc., que militantes desaparecidos y aparecidos –o no– tiempo más tarde (caso Lasa y Zabala) en lamentables condiciones, lo habían sido por accidentes o actos voluntarios de su entorno. Y así innumerables mentiras, como que los atentados del 11-M los realizó ETA, que los miles de torturados de este país se infligían ellos mismos los malos tratos siguiendo un manual establecido y tantas otras, al objeto de imponer un relato totalmente manipulado para conseguir una dominación política y moral que les ha sido negada por la realidad de siglos de historia. Acaban de conocerse unos documentos desclasificados de la CIA que señalan la identidad de quien diseñó el GAL, lo que no ha sido más que la constatación de lo que ya sabíamos, que la famosa X pertenecía a Felipe González Márquez, a la sazón presidente del Gobierno español, pero incluso después de haber llegado dichos informes, los partidos involucrados en el organigrama y planificación de la guerra sucia, así como los que por su discreción obtuvieron como pago prebendas y beneficios siguen negándose a abrir una investigación institucional. Los hechos demuestran que su objetivo no es contar la verdad de manera objetiva, sino obtener una victoria que no han podido conseguir por ningún otro medio, aplicando la máxima de Goebbels «una mentira contada mil veces se convierte en una verdad». Lo estamos comprobando en la actual ofensiva, fascista de manual, que se aprovecha de la crisis económica, sanitaria o social para imponer su tiranía y laminar derechos manipulando informes y tergiversando la realidad, y busca crispación en vez de aportar soluciones. Debemos hacer sin complejos nuestra aportación al relato, reconociendo los errores que se hayan podido cometer pero también contando la valiosa y determinante aportación de una gran parte de la sociedad de Euskal Herria, a la par que miles de personas voluntarias de forma generosa y con un sufrimiento impagable han entregado lo más valioso de su existencia: prometedores futuros, juventud, familia, etc., sin ningún interés en la obtención de rédito personal, luchando únicamente por la recuperación de la identidad nacional que la dictadura franquista se estaba encargando de destruir, lo que provocó la toma de decisiones que desembocaron en lo que se ha venido llamando «conflicto vasco», cuando lo más correcto, y los hechos así lo demuestran, sería denominarlo consecuencias del «histórico conflicto español». Euskal Herria se merece conocer la verdad de nuestra historia con todos los matices a que haya lugar, sin falsedades o distorsiones que modifiquen su realidad, por la consecución de una sociedad más justa, libre, respetuosa con el medio ambiente e igualitaria, con empoderamiento para decidir su futuro como pueblo sin imposiciones externas y, por supuesto, compartiendo con el resto de pueblos en su humildad sus aciertos, desatinos y trabajo al objeto de participar en la construcción de un futuro mejor. No podemos permitir que conviertan el relato en un cuento. Como escribió Antonio Machado, «Tu verdad no, la verdad, y vayamos juntos a encontrarla». Quien quiere hacer algo, encuentra el medio. Quien no, la excusa.