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QUINCENA MUSICAL

Tras la pista de los órganos guipuzcoanos


A diferencia del Jazzaldia, que se desarrolla casi exclusivamente en la capital, la Quincena Musical ha desarrollado en los últimos años la conciencia de ser un festival para toda Gipuzkoa. Alrededor de veinte conciertos de su programación se celebran cada año fuera de las fronteras de Donostia, y uno de los ciclos más itinerantes es precisamente el de órgano, ya que sigue la senda de algunos de los mejores instrumentos alojados en las iglesias gipuzcoanas, como las de Azkoitia y Azpeitia, Usurbil o Zumaia. De esta forma, el martes el protagonista fue el órgano Stoltz-Frères de Santa María de Tolosa, un instrumento de 1885 muy adecuado para el repertorio romántico y en torno al que Alize Mendizabal diseñó un programa inteligente y diverso.

Comenzó con la transcripción para órgano solo que Bach realizó del famoso “Concierto para dos violines, op. 8 n°3” de Antonio Vivaldi, en el que Mendizabal logró crear con habilidad la ilusión de una dicotomía entre solista y orquesta, haciendo buen uso de las registraciones y de los tres teclados del órgano Stoltz-Frères. Acto seguido, llegó el verdadero Vivaldi con uno de los momentos más inspirados de su producción vocal, el aria “Sovvento il sole” de la serenata “Andromeda liberata”, que la soprano Lucía Gómez cantó con buen conocimiento estilístico. En esta sucesión de obras orquestales arregladas para el órgano, siguió a continuación el célebre “Adagietto” de la “Sinfonía n°7” de Beethoven, bien resuelta en el arreglo realizado por Yves Rechsteiner, y que fue seguido de dos preciosas páginas de la desconocida producción vocal del genio de Bonn. Pero fue con la música francesa con la que el concierto alcanzó sus mejores cotas artísticas, especialmente con el virtuoso “Allegro” de la “Sinfonía para órgano n°6” de Widor, en el que Mendizabal tomó riesgos y sacó el máximo provecho a las posibilidades del instrumento tolosarra.