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Interview
MALEN GARMENDIA
COORDINADORA DEL PROYECTO ZAPOREAK EN LESBOS

«Con la excusa del coronavirus quieren convertir Moria (Lesbos) en un campo de detención»

Malen Garmendia, coordinadora de Zaporeak en la isla griega de Lesbos, relata a GARA el día a día en el campo de refugiados de Moria, uno de los mayores de Europa, el impacto del covid-19 y el incremento de los ataques y actitudes racistas.

Malen Garmendia

Zaporeak reparte en el campo de refugiados de Moria (isla de Lesbos, Grecia) cerca de 2.100 raciones de comida diarias. Malen Garmendia relata en entrevista a GARA cómo realizan este trabajo y cómo han vivido estos últimos meses con la amenaza del covid-19, el alargamiento por parte del Gobierno griego de la cuarentena, el cierre de una clínica de Médicos Sin Fronteras e incluso un ataque fascista.

¿Cuándo y por qué comenzó su labor?

Zaporeak comenzó a trabajar en Grecia en 2016. Al escuchar las noticias de todas las personas refugiadas que estaban llegando a Grecia, un equipo de 6-7 personas se juntó para pensar qué podían hacer. Como lo suyo era la cocina, comenzaron a montar una cocina en Quíos, una isla griega cerca de Turquía, para repartir comida entre los refugiados. Tras estar un tiempo en Atenas y Patras, ahora estamos en la isla de Lesbos.

¿Cuál es exactamente el trabajo que realizan?

Ahora nos estamos centrando en el campo de refugiados de Moria (Lesbos), que es, con alrededor de 15.000 personas, el campamento más grande de Europa. Vemos que hay muchísimo trabajo que hacer y hemos decidido centrarnos aquí. Nuestra principal labor es dar comida a todas las personas con enfermedades crónicas que viven en este campamento.

Colaboramos con organizaciones no gubernamentales médicas como Kitrinos Healthcare y Rowing Together, que derivan a nuestro reparto de comida a personas que tienen enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y también a mujeres que han sufrido violencia de género o que tienen un embarazo de riesgo. En general, perfiles que los doctores entienden que, dada su situación, una ración digna y nutritiva les va a ayudar en su estado. También colaboramos con otras ONG y otro tipo de proyectos, como una escuela pequeña que crearon un grupo de refugiados.

¿Cuántas comidas reparten al día? ¿Cómo lo hacen?

Ahora mismo estamos cocinando casi 2.100 raciones diarias. A veces también repartimos leche o frutos secos, porque consideramos importante que reciban todo tipo de nutrientes. Tenemos un espacio a unos diez minutos de Moria en coche, donde contamos con siete fuegos enormes a nivel de suelo y unas grandes cazuelas de las que sacamos más de 300 raciones por cada una. En este espacio cocinamos y lo empaquetamos todo. Todos los días a las 18.00 vamos al campo de refugiados a Moria a repartir la comida. No podemos entrar dentro del campo, porque el Gobierno siempre pone dificultades para dar este tipo de ayuda. Por ello, usamos un parking que nos cede otra ONG y que está justo al lado, a donde las personas pueden acceder andando a recibir la comida.

Todas las personas que han sido derivadas por profesionales médicos están registradas en una lista y también tienen un ticket en el que pone cuántas raciones se lleva cada persona.

¿Cómo describiría el día a día de un voluntario de Zaporeak en Lesbos?

El equipo de Lesbos lo conformamos unas 14 personas. Convivimos todos en una casa. Nos despertamos y sobre las 10.30 de la mañana nos ponemos manos a la obra en la cocina. Si el plato que vamos a cocinar requiere una elaboración mayor, comenzamos antes. Nos dividimos en grupos; mientras unos preparan las verduras, otros van encendiendo los fuegos y otros contando la fruta y los tuppers.

Sobre la 13.30, entregamos los pedidos de los proyectos pequeños, después comemos todos juntos y sobre las 15.30 comenzamos con el preparado grande, el que llevamos a Moria. Es en lo que más tiempo tardamos, porque hay que repartir todo en tuppers y organizarlo todo. Una vez acabado esto, limpiamos la cocina y sobre las 18.30 vamos a repartir la comida al campo de refugiados. El reparto dura alrededor de una hora, dependiendo el día.

Con la situación actual solemos pedir a los voluntarios que hagan una estancia de un mes, Antes podían ser más cortas, pero ahora con el coronavirus intentamos que no haya tanto flujo de personas.

En marzo sufrieron un ataque fascista. ¿Ha vuelto a ocurrir? ¿Cómo viven este tipo de episodios?

Fue un momento de mucha tensión, atacaron varios coches de ONG y a algunas personas refugiadas que viajaban en ellos. Pese a ello, tuvimos claro que no podíamos dejar de dar comidas. Al día siguiente comenzamos sin ningún problema y así hemos seguido. Lo hacemos todos los días del año porque estamos hablando de algo básico para las personas como es la comida.

Hemos visto que con el cambio de Gobierno en Grecia y, sobre todo, con el apoyo de Europa a este Gobierno, han aumentado las acciones fascistas. En esta isla la población siempre ha sido muy solidaria, y la mayoría lo sigue siendo, pero con la propaganda que el nuevo Gobierno está haciendo se despertaron algunos grupos fascistas que hasta el momento no se habían dejado ver. De vez en cuando siguen haciendo movilizaciones y ponen chek-points en las carreteras para presionar a la gente.

La pandemia estará condicionando mucho su labor. ¿En qué ha cambiado vuestra forma de trabajar? ¿Y cuáles son las medidas de seguridad que se toman?

El coronavirus nos hizo parar de traer a personas de Euskal Herria. Coincidió que había aquí tres personas que se tuvieron que quedar, por lo que ellos mismos decidieron colaborar durante los meses de cuarentena. Sin embargo, esta situación nos ha hecho crear una estructura mucho más fuerte con residentes de Lesbos y ser más fuertes. La estructura base de la cocina en Lesbos está formada por gente de ahí, muchos de ellos refugiados que vienen todos los días a cocinar.

Ahora otra vez estamos dando opción a que vengan voluntarios de Euskal Herria. Los voluntarios que vienen se hacen una PCR antes de viajar y luego al llegar aquí están confinados unos tres días hasta que se les haga otra prueba y den negativo. Porque para nosotros es muy importante proteger a las personas que están viviendo en Moria. No podemos permitir que intentando ayudar a estas personas, al final, acabemos contagiándolas.

¿Cómo están viviendo las personas refugiadas en los campos la pandemia del covid-19?

En primer lugar están viviendo en un campo completamente inhumano, donde al no haber suficiente espacio no se pueden tomar las medidas necesarias contra el coronavirus. Es completamente imposible, porque ni tan siquiera llegan los geles para limpiarse las manos ni hay agua suficiente. Algunas personas han inventado estrategias para coger agua de la lluvia y lavarse las manos, porque no les están dando ningún tipo de protección.

El Gobierno griego ha alargado el cierre de Moria hasta finales de agosto y la movilidad de las personas lleva restringida desde el 23 de marzo. ¿Cómo está afectando todo esto?

El Gobierno no para de alargar la cuarentena en el campo de refugiados, esta es la séptima vez que lo hace y esto incrementa la tensión entre las personas refugiadas. Hace tiempo que en el resto de Grecia acabó la cuarentena y se vive en una relativa normalidad; sin embargo, en el campo de Moria hay controles de policía y no dejan salir a las personas.

Este es un claro ejemplo de que lo que quiere el Gobierno es crear un campo cerrado, parecido a un centro de detención, donde las personas no puedan transitar ni a los pueblos de alrededor. Y con esto también están evitando la entrada de las ONG al campo, algo que es muy dramático porque no solamente estamos para dar apoyo a los refugiados, sino también para visibilizar esas situaciones.

Tras recibir una multa de 35.000 euros, Médicos Sin Fronteras (MSF) se ha visto forzado a cerrar una clínica donde analizaban posibles casos de covid-19 en Moria. ¿Qué es lo que pasó? ¿Cómo ha afectado esto a Zaporeak?

Abrieron esta clínica para aislar a las personas sospechosas de coronavirus, donde les controlaban y les monitorizaban para evitar que el coronavirus se expandiese. Pero hace unas semanas, la Municipalidad dijo que la construcción era ilegal, y tras multarles, han cerrado la clínica. Esto va a afectar mucho, porque en esa clínica se hacía un trabajo esencial para que el virus no acabe expandiéndose.

Este es un ejemplo más de cómo se criminaliza la acción de las ONG, cuando estas lo único que pretenden es dar un espacio mas seguro a los que no lo tienen.

¿Cómo articulan todo este trabajo con los compañeros que están en Euskal Herria?

Siempre decimos que el trabajo de Grecia sería imposible sin el trabajo que se hace en Euskal Herria. Es una cooperación muy importante. Estamos divididos en delegaciones. Son equipos de trabajo que se juntan y hacen recogidas de alimentos y de materiales que se puedan necesitar aquí o también recogida de dinero. Son equipos muy potentes a los que cualquiera puede acceder. También hacemos un trabajo de concienciación, con cursos de sensibilización. Vemos esencial que la gente venga a Lesbos y al volver cuente lo que han vivido y que, de esta forma, la sociedad se responsabilice de lo que está pasando.

¿Algo que añadir?

Como digo, es muy importante que vengan a Lesbos y compartan espacio con esta gente que esta viviendo una realidad completamente paralela a la nuestra y sentir que hay que ayudar. Los europeos somos grandes responsables de esta crisis y es nuestra responsabilidad venir aquí y ser conscientes de cómo están viviendo estas personas.