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Interview
ICÍAR BOLLAÍN
CINEASTA

«Vivimos días donde se tiende más a la crispación que a la empatía»

Nacida en Madrid en 1967, debutó como actriz con 15 años a las órdenes de Víctor Erice. En 1995 realizó «Hola ¿estás sola?» que inauguró una filmografía donde se incluyen títulos como «Te doy mis ojos», «Mataharis», «También la lluvia» o «El olivo». Acaba de estrenar «La boda de Rosa».


En su última película, Icíar Bollaín regresa a sus orígenes como cineasta para contarnos la historia de Rosa, una mujer en la cuarentena, sobrepasada por cargas laborales y familiares que decide romper con todo y tomar las riendas de su propio proyecto de vida. Para ello resuelve casarse consigo misma en una ceremonia con la que pretende que sus hermanos, su padre y su propia hija asuman las necesidades que tiene consigo misma tras una vida dedicada a estar pendiente de los demás. La película, protagonizada por Candela Peña, Ramón Barea, Sergi López y Nathalie Poza rezuma ternura y luminosidad y llega a los cines tras inaugurar el Festival de Málaga.

 

En sus últimas películas mostraba la incidencia de determinadas dinámicas sociales sobre la intimidad de un grupo de individuos. En esta ocasión, sin embargo, su mirada va de lo particular a lo general. ¿A qué obedece este cambio de perspectiva?

Mis anteriores películas partían de guiones de Paul Laverty que abordaban temas con los que me identificaba pero digamos que no partían de mí, mientras que “La boda de Rosa”, como ocurría en mis primeros largometrajes, parte de un guion mío, coescrito con Alicia Luna. Como tal, se trata de una mirada más personal sobre temas y personajes que me resultan más cercanos.

 

¿El guion determina entonces el tono de sus películas?

Totalmente. Cuando Paul me propone una idea yo la hago mía y la dirijo pero, al final, en sus guiones está su propia visión de las cosas. A mí lo que me gusta de ese proceso es que me conduce a lugares donde yo sola no hubiera ido. Yo no hubiera escrito sobre un olivo ni tampoco una historia como la de “También la lluvia” pero los guiones de Paul me han permitido acercarme como directora a esas realidades.

 

En el caso de «La boda de Rosa» ¿cuál fue el germen del proyecto? Resulta llamativo el modo en que visibiliza conflictos que forman parte de nuestro entorno más cercano pero que casi nunca asumimos como tales.

Este guion parte de experiencias que he visto en muchas personas de mi alrededor que a sus cargas profesionales suman cargas familiares. Todo eso hace que, llegando a una edad te plantees ‘¿Estoy haciendo lo que quiero o vivo para los demás? y ¿qué es lo que realmente quiero?’, preguntas muy difíciles de contestar. Y luego está ese carácter que tiene Rosa por agradar, por estar siempre a disposición de los demás. Son aspectos cotidianos a los que apenas prestamos importancia pero que pueden llegar a condicionarnos la vida.

 

Especialmente a las mujeres ¿no?. Porque todas esas cargas que las que habla son una herencia que muchas mujeres como Rosa asumen de manera natural sin cuestionar que están ligadas a la cultura del patriarcado.

Yo creo que también hay hombres que puedan verse identificados en el personaje de Rosa pero sí, qué duda cabe que son las mujeres las que suelen asumir todas esas cargas familiares vinculadas a su labor como cuidadoras, no solo de los hijos, también de los mayores a su cargo. Eso es algo que reflejan todas las estadísticas y aunque es verdad que las cosas están empezando a cambiar, afortunadamente, y cada vez hay más hombres que compatibilizan esas tareas con sus labores profesionales, son las mujeres de cierta edad, como Rosa, las que más padecen esa sobrecarga.

 Últimamente en el cine estatal hay una tendencia muy acusada a visibilizar ese perfil femenino. ¿A qué atribuye esta tendencia?

No solo ese perfil, también cada vez hay más películas que muestran a mujeres con autoridad, con mando, mujeres con su vida bien encauzada que tienen éxito en su trabajo y yo también me alegro de que se dé visibilidad a ese tipo de personajes que hasta hace muy poco apenas eran representados en el cine. Supongo que es algo que tiene que ver con el hecho de que cada vez haya más mujeres dirigiendo porque al final cada uno habla de su experiencia, de lo que vive y si conseguimos hablar todos, al final va a haber mucha más pluralidad de miradas y de enfoques. Por eso mismo también es deseable que cada vez haya más gente de distintas culturas haciendo películas.

 

¿Pero no está cansada de que se hable de «cine de mujeres» como si se tratase de un género en sí mismo?

Lo que me cansa es que se hable de “cine de mujeres” como si las mujeres fuésemos un colectivo cuando lo cierto es que constituimos más de la mitad de la población mundial. En ese sentido la etiqueta “cine de mujeres” parece condenarte a la última estantería del videoclub y yo quiero que mis películas ocupen la primera línea. Porque cuando las etiquetas son en positivo me parecen bien pero cuando son reductoras e intentan mandarte al cajón de lo diferente, lo pequeño o lo menor, entonces me molestan bastante.

 

¿Cree que, más allá de la singularidad de la protagonista, como reflejo de las cargas que asumen las mujeres en nuestra sociedad, «La boda de Rosa» es una película que puede ser interpretada como testimonio generacional?

Sí, completamente, aunque no es algo premeditado, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta de que todas las películas que he escrito y dirigido hablan de personajes que tienen más o menos la edad que yo tenía en el momento de realizarlas. Y eso es así porque vas contando lo que te va tocando de cerca. Pero más allá de eso a mí lo que me interesa es hacer personajes reconocibles en los que el espectador, más allá de la edad que tenga, se vea reflejado. En el caso de “La boda de rosa” me apetecía además explorar las dinámicas familiares donde cada quien ocupa un rol preestablecido que permanece inalterable con el paso de los años por mucho que fuera de ese contexto uno vaya asumiendo otras funciones en la vida.

 

A la hora de representar a esa familia es curioso cómo ha acudido a actores con los que ya había trabajado previamente. ¿Eso le genera seguridad como cineasta?

Bueno, digamos que el reparto de la película es una mezcla de intérpretes a los que ya había dirigido antes y otros con los que es la primera vez que trabajo como Sergi López o Nathalie Poza a los que siempre he admirado pero con los que nunca había coincidido. Con Ramón Barea, por ejemplo, no había vuelto a trabajar desde mi primer corto y Paula Usero había debutado conmigo con un pequeño papel en “El olivo” y es flipante ver lo que ha madurado como actriz en estos cuatro años. Y luego está Candela, claro, con la que ya había trabajado un par de veces y que siempre estuvo ahí como primera opción para interpretar a Rosa porque es una gran actriz y porque aúna, a la vez, fortaleza y vulnerabilidad, que es lo que demandaba el personaje. Cuando voy elaborando el casting me gusta comprobar la química que se va estableciendo entre los actores.

 

Esa química redunda a favor de esa mirada empática que subyace en la película y que es una constante en su cine hasta el punto de hallar la luz en todos sus personajes, incluso en los más oscuros.

Sí porque en el fondo a mí me dan mucha ternura esos personajes que se sienten sobrepasados por la vida y que andan como perdidos, en medio de crisis personales de las que son conscientes pero que prefieren gestionar mirando para otro lado. Todos intentamos ser felices y lo hacemos como podemos y esos empeños son los que generan empatía.

 

¿Comprender a los demás es una manera de comprendernos mejor a nosotros mismos?

Yo creo que sí, y de hecho creo que vivimos días donde se tiende más a la crispación que a la empatía y eso no nos favorece. Pero también es verdad que en medio de la pandemia ha habido gestos de solidaridad que han fortalecido la sensación de comunidad en medio de la crisis. Lo que pasa es que el ruido mediático nos hace creer que todo es crispación pero si somos capaces de ir más allá de los titulares y fijarnos en los que tenemos más cerca y en nuestro entorno más inmediato, hay motivos para seguir creyendo en nuestras capacidades. Basta con ver el trabajo que han estado desarrollando los sanitarios o los profesores.

 

¿Cómo afronta el hecho de estrenar una película en medio de un escenario de incertidumbre como el actual?

Bueno, el hecho de estrenar una película ya es de por sí incierto y tuvimos muchas dudas sobre si mantener el estreno o no pero yo creo que a todos nos ha dado ánimos la película de Santiago Segura. Se arriesgó a estrenar con mucha valentía y la gente ha respondido, con lo cual tiendes a pensar que si los cines proyectan películas interesantes para el espectador al final este va a acudir a las salas que, por otra parte están dando todas las garantías. Por otra parte creo que “La boda de Rosa” es una película muy vital, muy luminosa y creo que este puede ser un momento idóneo para que la gente vaya a verla y salga del cine con un poco de alegría.

 

Al final a todos nos iría mejor si actuásemos como Rosa ¿no?. Si aprendiéramos a querernos un poco más y nos comprometiésemos con nosotros mismos antes de hacerlo con los demás.

Yo creo que sí. Cuanto más se quiere uno a sí mismo está más predispuesto a querer mejor a los demás, si estamos bien y a gusto con nosotros mismos es más fácil entregarnos a los otros. Hay que pensar que aunque vivamos momentos difíciles hay muchas cosas que vale la pena celebrar.