Raimundo Fitero
DE REOJO

La tilde

Una tilde mal colocada, perdida, descontrolada da otro significado al mismo conjunto de letras. El salvaje incendio, probablemente provocado, en la isla griega de Lesbos, en ese punto geográfico que se llama Moria, es una de esas ocasión en las que se puede leer con la tilde en la i, para reforzar el pensamiento de que allí, esas trece mil personas viven, sobreviven. Pero que lo parece más acertado es decir que moría la humanidad, la solidaridad, la vida de estos seres hacinados en un campamento provisional desde hace años.

Mirando en los noticiarios, se puede descubrir que mueren en el intento de llegar a la Europa de los espejismos cada día muchas personas que no son ya, en estos momentos, ni pasto de la estadística. Es una rutina el relato de los migrantes rescatados en el mar, y las cifras de muertos y desaparecidos contadas como si se tratara de un refrán o un acertijo. La covid-19 nos ha hecho apartar la vista de aquellos problemas de extrema gravedad que se mantiene igual o peor conforme avanzan los meses. Estas migraciones son objeto de intervenciones políticas que son pura apología del odio xenófobo y la exaltación de la aporofobia más salvaje, ese miedo al pobre que tantas pantallas de exclusión crea.

Volviendo a Moria, las imágenes de esas miles de personas huyendo del devastado lugar donde intentaban crear algo semejante a un hogar provisional, durmiendo en las cunetas, en las calles, rompen el corazón. Y es uno de los cintos o miles campos de refugiados repartidos por casi todo el globo terráqueo que van mostrando las heridas gangrenadas en este mundo de las desigualdades que parece ahora enloquecido en la búsqueda de una vacuna, pero que no tiene remedio para parar esta pandemia de violencia y desolación. Hacinamiento, falta de higiene, sin horizonte. Con o sin tilde.