Amparo Lasheras
Periodista
AZKEN PUNTUA

De musas y plañideras

Esta mañana temprano, en la radio, he escuchado a un cantante confesar que, cuando «las musas le son esquivas, componer una canción le resulta imposible». Con la escritura sucede lo mismo y, cuando pasa, solo queda esperar a que la inspiración, la imaginación, y a veces también la indignación, dejen de caminar a trompicones y llamen de nuevo a la puerta.

Al escucharle me di cuenta que ese momento de parón, de inercia, de quedarse ausente ante la temida «página en blanco», también se puede aplicar al carácter social que invade este tiempo, extraño e individualista, que vivimos.

En un diálogo precioso de Casablanca, Bogart, con los nazis a las puertas de París, le decía a Ingrid Bergman: «el mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos». La diferencia es que ahora el mundo lo desmoronan a trozos para que no se note y «nosotros», la gente... en lugar de «enamorarse» de ideas que lo cambien todo, se queda paralizada, con la página del futuro vacía y discursos llenos de quejas ya sabidas. Es como si las musas de la rebeldía hubieran desaparecido del imaginario colectivo, inmovilizado en lo que el filósofo Fernando Buen Abad ha llamado en un artículo reciente el «síndrome de la plañidera». «Del dolor no se sale solo llorando», escribe y añade, «hay que convertir las lágrimas en tareas, las quejas en acciones y los pretextos en movilizaciones».