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JOPUNTUA

Fuera del Congreso


Vox perdió la moción de censura. La perdió del todo, sin paliativos, con un batacazo indisimulable. Abascal estuvo muy mal en la exposición y en las réplicas anduvo aturdido como un boxeador tras recibir un gancho. Es normal porque Casado le atizó fuerte y bien, con un discurso de nivel que desconcertó al líder ultra. Hasta aquí lo que ha dicho todo el mundo que vio el debate, y con lo que yo estoy de acuerdo. Pero, a partir de aquí, algunas cosas que se han dicho menos.

Abascal no habla para los que se tragan nueve horas de debate en el Congreso, ni siquiera para aquellos que se leen los resúmenes o van a buscar las intervenciones más sonadas. Abascal no está donde está por haber captado el voto de la gente para la que la política es central en su vida, ni de gente informadísima sobre la actualidad parlamentaria, ni tampoco por resultar atractivo al votante que deposita en el Parlamento grandes esperanzas.

Los ultras españoles se diferencian en muchas cosas del estándar de la extrema derecha europea. Vox no es obrero sino señorito, no lleva mono sino camisa de funcionario, no sabría hacer los papeles para cobrar el paro pero sí sabe firmar un ERE. Los fascistas españoles, en definitiva, no son antisistema sino pro sistema, y han nacido con la cara del estado que los parió.

Pero Vox se parece al resto de extremas derechas en al menos en una cosa: su votante está enfadado con la política y con las instituciones. Por eso Abascal no habla para los que están dentro del Congreso, sino para los que están fuera. Entre las paredes del Hemiciclo, que Abascal cite veinte veces a Soros mueve a la risa. Pero es fuera, en las cadenas de Whatsapp, en los memes de los foros, en las conversaciones de la hora del café, donde estas exageraciones, mentiras y aspavientos pueden encontrar, o no, buen terreno para echar raíz.

Vox perdió la moción de censura, no hay duda de esto. Pero la perdió dentro del Congreso. ¿Fuera? No lo sabemos. Y convendría guardar un momento el champán de celebrar victorias en casa e invertir el tiempo en prepararnos para el combate del fascismo en la calle, allí donde la ultra derecha gana siempre que ha ganado.