Es urgente otra cultura policial en este país

La Ertzaintza utilizó la capilla del museo San Telmo como estancia para un operativo el día de la Tamborrada de Donostia de este año. Al recoger el despliegue, a un agente se le escapó un disparo de escopeta que dañó un cuadro. Solamente cuando la Comisión Jurídica Asesora de Euskadi resuelve que el Departamento de Seguridad deberá indemnizar con 25.780 euros al Museo San Telmo por los daños causados trasciende el incidente, nueve mese más tarde de que se produjera.

Se trata de una noticia que no deja de causar perplejidad. En primer lugar, por el lugar escogido para el despliegue: ¿No había nada mejor que la capilla de un museo para un instalar a policías armados? ¿Un museo no es un lugar para conservar obras de arte e impedir que desafortunados incidentes las estropeen? En segundo lugar, por el disparo fortuito en un recinto cerrado: ¿pero cómo llevan las armas los agentes de la Ertzaintza durante los despliegues? ¿Es seguro para ellos y para la ciudadanía? Y por último, por el silencio de la administración: ¿nadie ve la necesidad de informar del destrozo de un bien público, de una obra de arte? Pero más perplejidad causan todavía, las respuestas del consejero de Interior, Josu Erkoreka, que preguntado al respecto en el Parlamento defendió que los agentes puedan llevar el arma en un operativo como estimen oportuno; justificó el uso del museo por el «nivel cuatro de alerta antiterrorista» y aseguró sin atisbo de duda que no informar entra en los márgenes de transparencia de la Administración de la que forma parte.

En conclusión, en este país la Ertzaintza puede hacer lo que le dé la gana, y cuando ocurre algo los responsables políticos ya se encargan de ocultar primero, de justificar después y de minimizar finalmente. Una política propia de un Estado autoritario que nada tiene que ver con una policía democrática al servicio del Estado de derecho. Ya va siendo hora de cambiar protocolos y esquemas mentales de los agentes y de los responsables políticos.