Jon Ander Olalde
Periodista
KOLABORAZIOA

La inercia de la historia

Decía el matemático catalán Alexandre Deulofeu que la historia es cíclica, que los países cumplen una serie de fases hasta volver a un estado inicial. También decía que no todos los estados cumplen las mismas características y que cada uno tiene sus peculiaridades. Si echamos un pequeño vistazo rápido a la historia más reciente del Estado español, veremos la perfecta sintonía que éste tiene con los valores más autoritarios. En el siglo XIX luchó contra la «Libertad, Igualdad y Fraternidad» y, al grito de «¡vivan las cadenas!», recibió a su caudillo Fernando VII. Unos años más adelante, la dictadura de Primo de Rivera terminaba con el primer intento republicano español y, unos años después, el golpe de estado de Franco sepultaba la II República e instauró cuarenta años de dictadura y unos cuantos más de propina.

Esos hechos parecen señalarnos que la inercia lleva en todo momento la pelota española a la parte más a la derecha del tejado. Hace poco, en la recién fracasada moción de censura de Vox en el Parlamento español, vimos como la extrema derecha, sin ningún tipo de complejos, ha empezado a pisar el terreno en el que más cómoda se siente: el barro.

Joseph Goebbels, el que fuera ministro de propaganda del III Reich, estableció lo que fueron los «once principios de la propaganda» para lograr manipular a las masas. La extrema derecha española, dentro de la tosquedad que le caracteriza frente a la delicada y planeada estrategia germana, dio un claro paso en falso en la tribuna del hemiciclo español cuando, por no apoyar su candidatura, acusó al PP de estar en el bando de los «enemigos de España». Ese movimiento coincide con el segundo de los principios del ministro nazi; el principio del método de contagio, que consiste en agrupar a diferentes adversarios en una sola categoría.

Este ejemplo no es más que un síntoma de que la extrema derecha ha entrado ya en un campo que le gusta. Nos encontramos en una situación de pandemia global que, poco a poco, va mellando a la población anímicamente. A su vez, esta misma pandemia, está agravando los ya grandes problemas económicos y sociales que llevábamos arrastrando de crisis pasadas. Precariedad laboral, desgaste de la sanidad pública, educación, desempleo... a lo que hay que añadir las medidas tan restrictivas como el toque de queda o el inminente segundo confinamiento domiciliario y la correspondiente militarización de las calles y recorte de libertades.

La extrema derecha ha sido históricamente un gran catalizador de los miedos y las emociones más viscerales de la sociedad. Lo vimos en los años 30 con los nazis que aprovecharon una realidad venida de una guerra mundial que trajo miseria, muerte y pobreza y el miedo de las élites a ese fantasma que ya recorría Europa y que en 1917 se fortaleció. También lo hemos visto más recientemente en Europa con el «Maidan» ucraniano o el Frente Nacional de Le Pen. En el Estado español, todas esas consecuencias derivadas del coronavirus, están permitiendo a la derecha azuzar desde lo más bajo a masas de personas asqueadas y desideologizadas que buscan una salida rápida a la incertidumbre.

Frente a este prometedor caldo de cultivo para la extrema derecha y teniendo en cuenta la inercia genética del Estado español hacia el autoritarismo, la autodeterminación de las naciones sin estado es la única salida para quienes no quieran volver a esa oscuridad que consigo trae el fascismo. Estar a favor de la autodeterminación es defender una sanidad y educación públicas, consensuar políticas sociales que logren mitigar la cada vez mayor pobreza, terminar con la precariedad laboral que asume en el abismo del desconcierto a una juventud altamente preparada, también es mantener la cultura, el idioma y la identidad de todo un pueblo. En definitiva, defender la autodeterminación es defender los valores democráticos frente a la negra criatura que se está gestando.

Observamos que se avecinan tiempos de cambio e incertidumbre acrecentados por la hasta hace un año inimaginable situación sanitaria que vivimos hoy. Organizarse, cuidarse mutuamente y llegar a consensos de mínimos encaminados a la autodeterminación es vital frente a quienes quieren aprovechar el miedo para alimentar a la bestia. No sabemos en qué parte de las fases que decía Deulofeu nos encontramos, pero sí sabemos que el matemático, en una de las predicciones que dejó escritas, anunciaba para finales de esta década la desintegración del Estado español en pro de las naciones que lo conforman.