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LA UBERIZACIÓN GANA TERRENO EN EEUU

No creó tanta emoción como la elección presidencial, pero el 3 de noviembre en California se llevó a cabo un referéndum muy importante para millones de trabajadores estadounidenses. En este estado tan progresista que votó por Joe Biden, el ganador fue Uber.


Esta victoria de Uber en las urnas establece un precedente preocupante para decenas de millones de personas en Estados Unidos. El 3 de noviembre, más del 58% de los electores californianos votaron a favor de la “Proposición 22”, formulada particularmente por Uber para eludir una ley de este estado que entró en vigor en enero. Esta imponía a las empresas de la “gig economy” (el término “gig” hace referencia a trabajos puntuales, como los “bolos” de un grupo musical) que contraten a sus trabajadores autónomos, comenzando por los conductores de vehículos.

«Me preocupa la señal que esto envía a los grandes empleadores, como si solo se necesitaran recursos económicos y una campaña lo suficientemente cínica para reescribir las leyes laborales», comenta Brian Justie, investigador del Instituto Laboral de UCLA.

Uber y Lyft, las dos plataformas de reserva de automóviles con chófer (VTC), y sus aliados de Postmates, DoorDash e Instacart gastaron más de 200 millones de dólares en su campaña, frente a menos de 20 millones por parte de sus oponentes, lo que convirtió a este referéndum en el más caro de la historia de California. Su victoria les permite ahorrar inmensos gastos en contratación y beneficios sociales para los trabajadores.

Hasta ahora Uber continúa sin ser rentable y volvió a perder más de mil millones de dólares en el tercer trimestre de este año, con una cifra de negocios de 3.100 millones.

La campaña publicitaria puso especial énfasis en la flexibilidad y las compensaciones previstas para decenas de miles de conductores californianos: un ingreso mínimo garantizado, una contribución al seguro médico y otros tipos de seguros, en función del número de horas trabajadas por semana.

«Nos encontramos con un sector que realmente no es rentable que ha adquirido un nuevo impulso y ha hecho caer en la trampa a los legisladores», insiste Justie. El referéndum fue seguido de cerca en el resto del país y más allá de las fronteras de EEUU: si un estado tan democrático como California no logra imponer sus leyes a la “gig economy”, la batalla parece difícil de ganar en otros lugares. «Uber quiere hacernos creer que estamos en un mundo nuevo que necesitar crear una tercera categoría de trabajadores», saliendo de la dicotomía entre asalariados y autónomos, explica. «¿Pero qué pasará si grandes cadenas como Walmart (supermercados) empiezan a decir que ellas también tienen esta tercera categoría?».

«En el futuro, nos verán promover más intensamente nuevas leyes como la ‘Proposición 22’», señaló el patrón de Uber, Dara Khosrowshahi, en una sesión con analistas económicos dos días después del referéndum. «Para nosotros es una prioridad trabajar con los gobiernos en EEUU y en todo el mundo para hacer de esto una realidad».

Para los partidarios del “No”, la visión de Uber significa protección social de segunda categoría y retroceso en derechos fundamentales. «La ‘Proposición 22’ va a dejar a los trabajadores de la ‘gig economy’ sin representación, sin posibilidad de negociar ingresos que les permitan vivir dignamente y sin voz en general», afirma, indignado, Brendan Sexton, director de una asociación que representa a chóferes autónomos.

Para bien o para mal

«El combate apenas ha empezado», prosigue, instando a la negociación colectiva en lugar de referendos y batallas legales interminables. En 2019, Nueva York implementó un salario mínimo para los conductores de Uber y Lyft. La ciudad de Seattle acaba de decidirse por una medida similar. Un mal menor para las dos empresas líderes de VTC: acordar compensaciones financieras les sigue resultando menos costoso que contratar personal. «Es como Amazon, que paga a sus empleados al menos 15 dólares por hora, sin estar obligado a ello. (…) esto probablemente ayuda a impedir la formación de sindicatos», señala Patrick Moorhead, analista financiero. Si hubiera ganado el “No”, «habría sido la sentencia de muerte para estas empresas», afirma. «Para bien o para mal, creo que su visión se convertirá en el modelo por defecto».

Pero muchos conductores consideran que no son trabajadores independientes, ya que no tienen voz sobre los términos del contrato y tienen que obedecer constantemente a la aplicación móvil. «Es injusto por parte de otros californianos negarnos los derechos de los que ellos disfrutan», responde Karim Benkanoun, chófer de Uber desde 2012.

En cambio, otros, especialmente estudiantes o gente que tiene otro empleo, destacaban la posibilidad de trabajar cuando les conviene. Pero, según un estudio realizado por la ciudad de San Francisco, la gran mayoría de los conductores trabaja en esta profesión a tiempo completo y el 15% de ellos depende en parte de la asistencia pública para llegar a fin de mes.