Raimundo Fitero
DE REOJO

Italia

Desde que tengo uso de razón política siento fascinación por Italia. El compromiso histórico entre la democracia cristiana y el partido comunista ha alimentado en mis sueños vitales casi más emociones que Claudia Cardinale. Aquello derivó en el euro comunismo y de allí a la nada. De por medio jueces que volaron, las diversas familias de las mafias ganando terreno en las decisiones más importantes, debido a estar representadas en todos los gobiernos e instancias importantes, Berlusconi, pongamos que el prototipo de los populismos más televisivos, y ahora, hoy, de nuevo inmersa en unas estadísticas con el coronavirus de una gravedad extraordinaria, y otra vez sin gobierno.

Y es que los números no engañan, en setenta y cinco años han tenido sesenta y seis gobiernos. Una manera de organizarse. Una manera de vivir la política partidista, la democracia representativa. Hasta hace unos pocos meses parecía que la extrema derecha tenía en su mano mandar y convertir en algo imposible el país, pero, de repente, han desaparecido del primer plano, porque existen unas fuerzas secretas, una manera de afrontar la vida, de saber conjugar su trascendencia mediterránea y la influencia de un norte muy centroeuropeo, con montañas altas frente a playas eternas del sur. 

Sin gobiernos fuertes, sin poder colocar por mucho tiempo a sus amigos los ministros, ¿quién manda, ¿quién toma las decisiones? ¿Cómo es posible que funcione un estado de esta manera? Pues tendremos que pensar que hay un equipo funcionarial potente, bien estructurado, que sabe descifrar las claves de cada momento. Uno se imagina que existe un gobierno en la sombra, algo que no se puede identificar en una lectura sencilla y que seguramente tiene su origen en la misma Roma republicana. Leyendo a Camilleri entendí Sicilia. Y con ello la vida.