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Interview
BASHKIM SHEHU
ESCRITOR E HIJO DEL «NÚMERO DOS» DE LA ALBANIA COMUNISTA

«Algunos albaneses se acostumbraron a Hoxha y le añoran por la corrupción actual»

Bashkim Shehu (1955, Tirana) es escritor y traductor de origen albanés e hijo del que fuera «número dos» de la Albania comunista de Albania entre 1954 y 1980. Pasó una década en prisión, hasta 1989, y en 1997 llegó a Barcelona acogido por el programa Ciutat Refugi.


Bashkim Shehu, padre de cuatros hijos de dos matrimonios distintos, es hijo del que fuera «número dos» de la dictadura comunista de Albania: Mehmet Shehu, presidente del Consejo de Ministros entre 1954 y 1980.

En 1980, la familia cayó en desgracia: Mehmet Shehu fue acusado de espía; se convirtió en un traidor a la patria y en los libros y documentos oficiales se eliminó cualquier referencia heroica a su figura. En 1981, se suicidó. La desgracia no terminó ahí para Bashkim Shehu: su hermano Shkender fue arrestado por colaborar con la CIA, su hermano Vladimir se suicidó en la cárcel, su madre Zejmen falleció entre rejas en 1988 y él mismo terminó una década en prisión por propaganda subversiva. El mismo sistema que su padre ayudó a crear acabó devorando a los Shehu como antes había ocurrido con otros miembros de la nomenklatura.

«Hasta muy tarde no tenía confianza en que cayera el régimen, pero tenía que sobrevivir. Si no hubiera habido cambios en Europa del Este, nada habría cambiado en Albania», recuerda Shehu, quien relató su estancia en el penal de Burrel en “Angelus Novus” (editorial Siruela, 2017).

Durante casi cinco décadas, la sociedad albanesa vivió en un régimen paranoico dividido en función de la biografía familiar: los hijos de monárquicos, fascistas y burgueses y los traidores representaban el mal, y tenían vetado el acceso a determinados trabajos y ciudades, y los leales, los comunistas, representaban el bien. Fue una versión extrema de la opresión que, habitualmente, ejerce el vencedor de cada conflicto. Una opresión que varió en función del período y que se descontroló cuando Albania terminó aislándose del mundo.

Porque Enver Hoxha, estalinista acérrimo, se enemistó con todos sus aliados: primero con la Yugoslavia de Tito, luego con la URSS de Nikita Krushchev y, en la década de 1970, tras el deshielo en las relaciones entre EEUU y China, con el Dragón Rojo. Entonces comenzó la época más cruel de un régimen tiránico y se vivió una hambruna creciente en un país en el que nunca hubo ni un solo lujo.

De estas y otras cuestiones habla Bashkim Shehu, que salió de la cárcel en 1989 y fue completamente libre en 1991, cuando cayó el régimen comunista. En 1997 llegó a Barcelona acogido por el programa Ciutat Refugi. Seis años más tarde, este aficionado del F. C. Barcelona se mudó a Badalona, ciudad en la que charla con GARA, en la Plaça de Trafalgar, mientras fuma cinco cigarros, come unos anacardos y bebe una botellita de whisky, el piscolabis acordado para amenizar esta entrevista en tiempos de la Covid-19.

Fue un privilegiado hasta 1980. ¿Veía justo el sistema?

Sí, e incluso más adelantado que el capitalismo. A los 17 años comenzó mi disenso, con la música y la cultura pop, que se prohibieron. En cierto momento, se despertó en mí la conciencia política.

¿Tenía contactos con los enemigos del Estado o creció en una burbuja?

En cierto sentido vivía en una burbuja. Por ser hijo del ‘número dos’ del régimen asumía los privilegios como algo natural. La posición de mi padre me separaba de la realidad y, además, no todas las personas eran sinceras conmigo. La sinceridad se llamaba entonces propaganda subversiva. Pero mis amistades, en su mayoría, estaban fuera de Blloku [el barrio de la élite], eran capas más bajas de la nomenklatura y constituía, en cierta forma, mi contacto con el pueblo.

¿Cómo se reflejaba la falta de libertad en la élite?

No podía hacer lo que otros jóvenes hacían en Occidente. La libertad de expresión era igual para todas las personas [inexistente]. Cuando empecé a escribir [publicó su primer libro en 1977, aunque fue escrito en 1974], tampoco era libre. Lo intentaba, pero me sentía mal. Cuando estaba en la cárcel, donde la censura era menor porque se escribía para uno mismo, entendí el daño que provoca la censura. Y la autocensura es, si cabe, más dañina. Si se compara con el franquismo, sobre todo con el tardofranquismo, en Albania había mucha menos libertad para la literatura.

¿Qué le atemorizaba?

Antes de pensar y hablar en contra del régimen no tenía miedo porque me identificaba con él. Luego sí: a los chivatos y los micrófonos, y siempre a la autoridad paterna.

¿Cómo era su padre en el hogar?

Dogmático. A veces se le escapaba alguna cosa extraña. Una vez habló de manera despectiva de Marx por el hecho de que éste había hablado mal de los albaneses: Marx decía que era un pueblo primitivo de pastores que no merecía la independencia. Ese desprecio que mostró fue por su nacionalismo. Otra vez hablábamos de Yugoslavia y dijo que en Eslovenia los trabajadores estaban bien pagados, como los norteamericanos. Puso como ejemplo EEUU. Imagine.

Asegura que su padre se suicidó, aunque se rumorea que fue asesinado por orden de Hoxha.

Era un suicidio obligatorio: su vida no habría tenido ningún sentido, porque cualquier cosa que dijera allí era indecible e inaceptable. No podía aceptar ni oponerse a las acusaciones porque, si hubiera sido considerado inocente, la culpabilidad o el error habría recaído sobre el sistema.

¿Considera que fue un traidor?

No, al menos en el sentido en el que ellos le acusaban. Pero sí fue un traidor en otro sentido: presumía de defender al pueblo, pero hizo lo contrario, como toda la dirección del Partido Comunista. El comunismo es una traición al pueblo y a la clase obrera.

¿En Albania?

En Albania, Rusia, China, Yugoslavia.. en todas partes. Llega al poder en el nombre del pueblo y, para poner fin a las injusticias, crea un régimen más cruel que el derrocado.

En la teoría, el comunismo parece justo.

Es muy bonita la teoría, pero le hablo de la práctica.

Con su experiencia no se puede ser comunista.

No lo relativice: hablamos del resto de la sociedad, que nunca estuvo en la cárcel y que no tuvo una buena vida. Había tres millones de esclavos en Albania, 200 en Rusia y 1.000 millones en China. ¿Cuál es la definición de un esclavo? El que no puede moverse libremente y carece de libertad de expresión. Fueron regímenes totalitarios. Como explica Hannah Arendt, la combinación del terror con la ideología. Con esa ideología, el régimen consigue que la gente se autocontrole, es como tener un policía dentro de uno mismo.

He leído que quienes estuvieron en la génesis de la Albania comunista no creían en la propaganda del sistema, pero que sus hijos, es decir, usted, sí.

Al contrario. Esa generación tuvo más contacto con el mundo que esos campesinos que lucharon en la II Guerra Mundial. A la juventud no le gustaba el régimen, que estuvo obligado a crear una clase culta que se volvió al final contra él. Pese a que intentaba adoctrinarnos, no funcionó. El miedo a pensar era muy fuerte, pero no existe un totalitarismo perfecto: es contrario a la naturaleza humana, a la espontaneidad, que es imposible de aniquilar.

¿Entonces Hoxha fracasó en la consecución del «nuevo hombre» albanés?

El ‘nuevo hombre» no era como decía la propaganda, era una persona sometida y que padecía una falta de sinceridad tremenda hacia sí misma. Hoxha quería personas que se sacrificaran por la causa y lo adoraran a él.

Una encuesta de la OSCE de 2016 refleja que el 45% de los albaneses ve en Hoxha a un político destacado y buen administrador, y solo un 42% le considera un dictador.

Me inquietó esa encuesta, pero no quieren volver al régimen de Hoxha. Algunos se acostumbraron a él y le tienen cierta estima, sobre todo porque la corrupción actual es muy fuerte. El nuevo hombre es una especie de ‘masoca’, y no me excluyo.

Quien defiende el sistema suele recordar los avances en educación, sanidad y seguridad.

La educación se necesitaba para adoctrinar y como estrategia para la industrialización del país, porque para ello se requería cierto nivel educativo. El sistema era perverso, también lo era su política económica e ideológica. Para trabajar, necesitas gente sana. Y seguridad también la había en la Italia de Mussolini. No podemos decir que fuera bueno. Hitler saneó la economía alemana y creó empleo. ¿Era bueno? Se discute también sobre la emancipación de la mujer, pero la sociedad era patriarcal y conservadora y la mujer salía de casa por ser fuerza de trabajo.

Algunos políticos consideran que la fallida transición a la democracia liberal fue culpa del comunismo, que Ramiz Alia, líder tras la muerte de Hoxha en 1985, controló la transición. ¿Qué opina?

Es una teoría de la conspiración que también he oído. Que el comunismo tiene culpa de la situación actual es cierto, pero no toda y no de esa manera. Se han heredado muchas cosas, y una de ellas es el nuevo hombre, y también la mentalidad y la cultura política, pero se ha combinado con un modelo determinado del capitalismo.

¿Se ha hecho justicia con los crímenes de la dictadura?

Se hizo mal, tarde y sin la intención de distanciarse del pasado. A veces hay que elegir entre justicia y normalidad. ¿Cuántos franquistas fueron encarcelados? Todo depende del país y de las circunstancias, pero en Albania no se hizo bien, aunque no sé qué habría ocurrido si hubieran juzgado antes a los culpables. A Nexhmije Hoxha la condenaron en 1991 por excesos en el gasto de cafés, azúcar y esas cosas. Ella se burlaba en el proceso. En 1996 condenaron a algunos miembros de la élite. En este caso fue por genocidio, pero fue una estrategia de Berisha [líder del Partido Democrático, primer partido liberal en gobernar en la transición] para estigmatizar al Partido Socialista. No existe una fórmula, pero, por lo menos, puedo decir que en Albania no se hizo bien.