GARA Euskal Herriko egunkaria
EDITORIALA

Catalunya renueva mandatos con el referéndum a debate


Hoy Catalunya vuelve a las urnas y, paradójicamente, esto ocurre en medio de una situación profundamente antidemocrática. Se vota bajo la apariencia formal de un Estado de Derecho, pero sin margen para la discrepancia y el pluralismo, con presos políticos, exiliados y bajo amenaza constante. Los poderes del Estado español disimulan pero no reprimen su naturaleza reaccionaria. El Tribunal Supremo hace pública su agenda reaccionaria cada vez que puede.

Sobre todo, los comicios de hoy no pasan un test de calidad democrática porque no todos los votos valen igual. Una mayoría no podría llevar a cabo su mandato democrático nunca, mientras una minoría podría ejercer el veto autoritario siempre. La mayoría está obligada a ganar para sobrevivir, mientras la minoría repite la jugada hasta que la ciudadanía desista de votar así. En medio, se eliminan interlocutores electos a la fuerza.

Tras dilapidar la Operación Ciudadanos exportándola al Estado, el unionismo busca un interlocutor menos impresentable que Inés Arrimadas. Igual que ella ganó en 2017, desean que Salvador Illa lo logre ahora. El elegido por La Moncloa presentaba sus credenciales democráticas: «Creo que ya sabemos cuántos catalanes quieren la independencia. No quiero más división en Catalunya y la independencia es divisiva. No tiene apoyo mayoritario ese planteamiento político. No soy partidario, estoy de acuerdo en referéndums que unen a la sociedad catalana y no dividen. Que mejoren la convivencia. Referéndums que unan sí, que dividan no».

Tiene que ser difícil tener una inteligencia normal, quizás ser listo, y hacerse pasar por un necio. Y ser un tramposo. En el fondo, lo que defiende el PSOE es el privilegio de los suyos. Sostienen que en el sistema político español el proyecto de los unionistas, y por tanto los votos de estas personas, valen más. Lo que convierte a los independentistas en ciudadanos de segunda categoría. Por mucho que su proyecto político sea pacífico, democrático y mayoritario, el independentismo está vetado constitucionalmente y castigado penalmente.

No explicitaba Illa, claro está, qué referéndums va a llevar a cabo si es president. ¿Qué referéndums unen? Sabe perfectamente que esa es la puerta que debe mantener cerrada a cal y canto. Los dogmas constitucionales españoles no pueden estar sujetos a voto popular y libre, menos aún legal y pactado.

El debate es sobre el siguiente, no sobre el 1-O

Sin embargo, llegados a este punto, a muchos independentistas un referéndum les sabe a poco, o incluso amargo. Creen, no sin razón, que ya han pasado esa fase, que ya hicieron el referéndum y el resultado fue claro. Que regresar ahí supone aceptar el veto del poder bruto y de la minoría. Creen que da igual cuántos referéndums hagan, cuánta ventaja democrática le saquen al unionismo, que ese camino no da más de sí. El problema es que no hay otro camino viable hacia la libertad.

Tanto los que pensaban que el 1 de Octubre era una baza para negociar como los que lo consideraban resolutivo –incluso los que pensaban una cosa y ahora la contraria–, no tienen otro plan posible que demostrar una y otra vez que son mayoría, que no se respeta la voluntad democrática, que no se negocia y que se reprime.

En este contexto, la ciudadanía catalana tiene que ir a las urnas a decidir la representación en las instituciones del régimen del 78, instituciones intervenidas, bajo vigilancia e inhabilitadas. Ni con todo el realismo político del mundo es fácil sobrellevar este hecho. Y sin embargo, las fuerzas catalanas saben que no pueden entregar terreno, que perder en las urnas supondría un varapalo a todos los niveles, desde el simbólico al operativo.

Lo que hoy se decide no es ni más ni menos que los equilibrios de poder para una legislatura. También se renuevan los mandatos de los bloques. Para el unionismo, la clave de este periodo es que no se recupere en la agenda y se expanda socialmente la necesidad de un referéndum, de votar para solucionar los problemas.

Para el independentismo, es el tiempo necesario para recomponerse, reactivar esa gran mayoría a favor de decidir democráticamente y decantarla a favor de su proyecto sociopolítico, económico y cultural. El debate es cómo, cuándo y cuántos. Claro que nadie sabe el resultado, no es un debate fácil y bloquearlo es sencillo.

En este momento, ambos bloques parecen depender demasiado de su gen reaccionario, de los errores del adversario. Quien supere esa inercia cogerá ventaja.