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Nuevo juicio, misma absolución de Trump, pero esta vez es diferente

Tras ser absuelto por el Senado, Donald Trump salió a la palestra ayer con fuerza: «Esto no ha hecho más que empezar», anunció. Amenazó a los republicanos que votaron en favor de su condena y a los que creen que él no es el futuro del partido porque la ausencia de condena no significa que el país y la historia lo vayan a absolver.


Es cierto que la segunda absolución de Donald Trump por parte del Senado ha demostrado el poder que tiene sobre el Partido Republicano. Y, ciertamente, el veredicto sienta un peligroso precedente: en EEUU es posible que un autócrata que viola su juramento de presidente pueda escapar al castigo si intimida a suficientes senadores para que lo apoyen. Es cierto, por ahora.

Pero tras el juicio que han visto millones de estadounidenses, Trump también pasará a la historia como una figura sin honra que escapó de la condena por un tecnicismo tras un proceso que demostró que puso en peligro a su propio vicepresidente, a los legisladores de ambos partidos y a decenas de policías mientras buscaba anular los resultados de las elecciones.

Siete republicanos se unieron a 50 demócratas para condenarlo; por debajo de los 67 votos de culpabilidad necesarios, pero aún así fueron seis senadores más de los que votaron para condenarlo en 2020.

Trump salió ayer a valorar el fallo y quiso pasar un mensaje claro: su carrera política no ha terminado y quienes esperaban ponerle una esquela tras este juicio tendrán que seguir esperando. Apuntó también a los republicanos que se atrevieron a votar para condenarle y les adelantó que sentirán el peso de su venganza.

Según Trump, ha sufrido la mayor caza de brujas de la historia del país, ningún otro presidente ha sufrido nada igual. Y frente a todo y a todos, anunció a los cuatro vientos que esto no ha hecho más que empezar, que su movimiento MAGA (Make Great America Again) y sus 75 millones de votantes están preparados para la lucha política.

Veredicto de la historia

El mundo y la historia conocen su papel en la orquestación de un asalto sedicioso al Capitolio. Al escapar nuevamente a la condena, también evita la inhabilitación oficial para ocupar cargo público en el futuro. Se ha salvado, sí. Otra cosa es si este juicio le ha asegurado escapar al veredicto de la historia.

Y es que, en todo esto proceso, se ha visto a un presidente tratando desesperadamente de aferrarse al poder, armando a aquellos a quienes había radicalizado para creer que les estaban robando las elecciones y que era su deber como patriotas evitarlo. Los convocó a Washington cuando estaban reunidos para oficializar su derrota. Incendió sus ánimos diciéndoles que iban a perder su país. Los llenó de retórica marcial y los envió en turba al asalto del Capitolio para «parar el robo (electoral)».

Nunca hubo duda de que el expresidente Trump escaparía a la condena en su último juicio político. Los jueces eran, al fin y al cabo, políticos. Y en un Senado 50-50, la barra constitucional de 67 votos nunca fue alcanzable. Menos en tiempos tan polarizados. Pero incluso cuando el veredicto final se conocía desde el principio, era fundamental hacer el relato de los actos de Trump. Una historia que venía fraguándose hace meses, de incitación calculada, de indiferencia a sangre fría por las vidas que puso en peligro el 6 de enero en el Capitolio de los EEUU ante los ojos del mundo, incluida, sorprendentemente, la de su fiel vicepresidente, Mike Pence.