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EDITORIALA

Otro marco para el conflicto: demócratas vs… ¿autoritarios?


No se diseña. Es una visión política que se entrena, que se corrige y que se adapta. Pero no es fácil de prever ni de implementar. Para empezar, porque como todo en política, tiene que utilizar los resultados que se tienen, no los óptimos. Crear un marco que favorezca tus posiciones, que decante a la sociedad hacia tus tesis, requiere tanto de tu acierto como del error del adversario. De manera sostenida en el tiempo. Tiene relación con conocer bien a ese adversario, provocar que sea previsible y falle.

La propuesta de ERC y CUP para articular en el Govern un bloque democrático es un movimiento de calado. Tiene un potencial reparador, clarificador y estratégico. Nadie buscó ese mandato en campaña porque, seguramente, habría abierto debates que la sociedad catalana, en general, no desea dar. No obstante, los consensos son claros: derecho a la autodeterminación y que no se criminalice la discrepancia. Que pare la represión. En esos postulados coinciden ERC, Junts, CUP y Comuns, una mayoría muy absoluta. Incluso votantes de otras fuerzas y bastantes abstencionistas se situan ahí.

La categoría política ganadora en Catalunya es, sin lugar a dudas, la de los demócratas. Visto desde una sociedad en la que la falacia de «los demócratas contra los violentos» estuvo a punto de imponerse a cincuenta años de resistencia, insurgencia y perseverancia política, es un posicionamiento con grandes virtudes.

No importa que no salga, sino quién se borre

En este contexto, se entiende democracia como un proceso complejo, como algo más que votar, como una cultura política, unos procedimientos y sobre todo unos valores. Democracia es el gobierno de la mayoría sin por ello discriminar a las minorías. Democracia es deliberación, por supuesto, pero también buenas prácticas institucionales y sociales: la combinación de sufragio con participación política significativa y equilibrada. No es una definición exhaustiva. Pero estos valores y prácticas sirven para definir unos mínimos que la sociedad catalana tiene voluntad de compartir. Y que contrastan con los del Estado español.

Cuidado, no se trata de hacer una glosa antropológica a la sociedad catalana. Para empezar porque, aunque en este momento alberga dudas sobre su propia capacidad para volver a generar una situación ganadora para los demócratas como la del 2017, en general no tiene problemas de autoestima. Esa nación tiene grandes valores y otros no tanto, como todas. Y cada uno de sus miembros los combina de una manera particular, sin duda.

Se trata de aportar otra visión desde la distancia y el respeto, para no perder de vista un carril central de la política catalana, que pasa indefectiblemente por la identidad democrática. Es dónde son más fuertes. No existen mayorías para la insurrección, mucho menos para la venganza o la represión. Esos modos requieren de niveles de energía y gasto no ajustados a las grandes mayorías que conviven en la sociedad catalana actual.

Claro que articular ese bloque no es sencillo, ni mucho menos. Claro que los dirigentes de los comuns no quieren este marco, que una gran parte de su electorado es el que era de ICV y que ante todo es mucho más unionista de lo que les gusta simular. Su demanda de que los independentistas no veten al PSC mientras ellos vetan a Junts es delirante. Pero zafarse de este marco democrático supone caer en el otro campo. Albiach no tiene fácil sumarse al frente represor.

Siempre es importante definir y denominar el otro campo: en este caso, a los no demócratas. La mesura en este punto es importante. La hipérbole resta credibilidad. No hay duda de que Vox es el fascismo, pero llamar fascistas a los no demócratas no tiene mucho recorrido. Tampoco son violentos; la violencia es algo serio que no se debería banalizar. Autoritarios, totalitarios, antidemócratas, reaccionarios… en ese rango se mueve. Tiene que ser algo que el mundo entienda. Tienen una gran ventaja: los poderes del Estado español lo van a dejar claro una y otra vez con su naturaleza represiva. Esta semana se ha visto en las calles, con la brutalidad policial desplegada tras el encarcelamiento de Pablo Hasél.

En clave analítica, es más probable un Govern entre independentistas. La aritmética refuerza este esquema, ya conocido, con virtudes y límites ya comprobados. No obstante, una cosa es el Gobierno y otra el marco. Esta propuesta negociadora es un primer paso para construir el marco que amplie la base independentista.