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Japón recuerda la triple catástrofe con heridas todavía abiertas

Diez años después de la triple catástrofe del terremoto, el tsunami y el accidente nuclear de Fukushima, Japón conmemoró la fecha con el dolor aún presente en muchos de sus habitantes. La búsqueda de desaparecidos, los miles de desplazados, las áreas contaminadas y las décadas de trabajo para desmantelar la central mantienen viva la tragedia.

Japón conmemoró ayer el décimo aniversario del triple desastre del 11 de marzo de 2011 –terremoto, tsunami y accidente nuclear– que conmocionó al país. A las 14.46, hora en que ocurrió el terremoto, se llevó a cabo un minuto de silencio en todo el país, seguido en Tokio de una ceremonia en la que hablaron el emperador Naruhito y el primer ministro, Yoshihide Suga.

Las sirenas sonaban al mismo tiempo en las playas costeras donde se reunió la gente. El gran número de víctimas humanas, casi 18.500 muertos o desaparecidos, fue causado principalmente por el gigantesco tsunami, cuyas olas, altas como edificios, golpearon la costa del noreste de Japón poco después del terremoto de magnitud 9,0.

El consiguiente accidente nuclear en la planta de Fukushima Daiichi invadida por las inundaciones, donde se derritieron los núcleos de tres de los seis reactores, dejó a comunidades enteras inhabitables durante años debido a la radiación y obligó a decenas de miles de personas a marcharse.

Fue el peor accidente nuclear desde el de Chernóbil en 1986. «La magnitud del daño causado por el desastre es tan profunda que el recuerdo inolvidable de la tragedia permanece en mi mente», afirmó el emperador.

En Miyagi, uno de los tres departamentos más dañados en el noreste, una década después continúan las operaciones de búsqueda de desaparecidos y solo hace una semana se identificaron los restos de una mujer arrastrada por el tsunami.

Japón ha aprendido algunas lecciones del triple desastre, erigiendo nuevos muros contra tsunamis cada vez más altos y mejorando los sistemas de alerta y las rutas de evacuación, pero los peligros persisten. Un terremoto de magnitud 7,3 fue un recordatorio el 13 de febrero de los riesgos sísmicos permanentes frente a Japón.

La tragedia todavía está dolorosamente presente con decenas de miles de personas aún desplazadas, los familiares que esperan noticias de los desaparecidos y el 2% del área de Fukushima convertido en una zona prohibida.

El desmantelamiento de la central nuclear ha avanzado muy lentamente y se espera que lleve al menos otras tres o cuatro décadas. El reto de los próximos años serán la extracción del combustible fundido, el control total de las aguas en el emplazamiento y la gestión segura de todos los residuos.

La mayoría de la contaminación radiactiva se vertió en el mar y no en la atmósfera, como en Chernobyl. Y el Gobierno japonés tiene todavía previsto liberar más de un millón de toneladas de residuos tratados al mar, en los que domina el tritio como contaminante residual.

Los pescadores nipones se oponen a estas operaciones, en un momento en el que esperaban reanudar finalmente sus operaciones a gran escala y empezar a recuperarse del golpe sufrido durante una década, en la que la población local sigue siendo reacia a comprar pescado.

El accidente reactivó el debate sobre la energía nuclear en todo el mundo. La mayoría de las centrales de Japón siguen cerradas, pero la industria atómica defiende que la seguridad se ha reforzado desde entonces.

Alemania decidió abandonar la energía nuclear y ayer su ministra de Medio Ambiente, Svenja Schulze, expresó su preocupación por la obsolescencia de las centrales nucleares europeas y se pronunció en nombre del Ejecutivo en contra de la prolongación de su vida útil.