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Los refugiados, de nuevo moneda de cambio entre la UE y Turquía

La Unión Europea y Turquía repasan hoy su deteriorada relación, con numerosos conflictos pendientes, pero en el que los refugiados volverán a ser moneda de cambio de la negociación. Bruselas busca mantener el pacto firmado hace cinco años que ha frenado drásticamente la llegada de migrantes a su territorio, mientras Turquía exige que se cumpla en su integridad en la liberalización de visados, y se amplíe, con mayor financiación.


Los presidentes del Consejo Europeo, Charles Michel, y de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se entrevistarán hoy por videoconferencia con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, antes de que la UE estudie la semana que viene en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno el futuro de las relaciones con Turquía.

La UE espera, por un lado, rebajar la tensión con socios comunitarios como Grecia y Chipre o avanzar en la cuestión de la situación den Libia y, por otro, lanzar una agenda con Ankara que renueve el pacto antimigratorio firmado en 2016 que ayer cumplió cinco años.

Pese que la tensión se ha rebajado en las últimas fechas, la UE anticipó el encuentro con críticas a la deriva totalitaria de Erdogan, en particular a la retirada de la inmunidad al diputado del HDP Omer Faruk Gergerlioglu y al proceso que intenta ilegalizar este partido de izquierdas prokurdo.

Un lustro después, los refugiados volverán a ser la moneda de cambio sobre la mesa. La labor de gendarme de Turquía ha reducido las llegadas a la UE de forma drástica, pero ambas partes se acusan mutuamente de no cumplir con sus obligaciones y los turcos quieren ir más allá.

Denunciado por organizaciones de derechos humanos y firmado tras la «crisis migratoria» de 2015, el acuerdo prevé devolver a los que llegaron a las islas griegas a Turquía a cambio de «reasentar» en la UE a los sirios que permanecían en campos de refugiados turcos, además de pagar 6.000 millones de euros para ayudar a Ankara.

Turquía, que recuerda que acoge en su suelo a 3,7 millones de sirios, discrepa con Bruselas sobre los pagos realizados hasta la fecha.

Un «tapón» que ha funcionado

Lo que ha funcionado ha sido el efecto tapón, que ha reducido las llegadas a Grecia de 856.000 personas en 2015 a 173.000 el año siguiente, y a 30.000 en 2017. Fueron apenas 10.000 en 2020, pero también por el impacto de la pandemia. El responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell, defiende que el pacto «ha producido resultados tangibles. Los números están ahí».

«Con las ayudas recibidas bajo el acuerdo, Turquía ha ampliado sus equipos de guardacostas, radares, etc. Si antes cruzaban unas 10.000 personas al mes, ahora rondan los 1.000», explica Metin Çorabatir, presidente del centro de investigación migratoria IGAM. En los dos primeros meses de 2021, solo 780 personas han llegado de Turquía a Grecia, según la ONU.

En cuanto a los reasentamientos, desde 2016, la UE ha llevado a Turquía a 2.140 migrantes de las islas griegas, mientras que 28.621 sirios han sido reasentados en territorio europeo. En este aspecto, la UE culpa a Ankara por haber dejado de recoger migrantes de las islas griegas desde el inicio de la pandemia.

«No devolveremos a los inmigrantes porque la UE no cumple con las obligaciones del acuerdo», advierte Faruk Kaymakçi, viceministro turco de Exteriores a cargo de los asuntos europeos. En particular, pide a la UE que coopere con Turquía para llevar los refugiados al territorio que ha invadido y ocupado en el norte de Siria así como una ayuda financiera adicional para atender a medio millón de refugiados de otras nacionalidades.

También pide perspectivas sobre la adhesión a la UE, un relanzamiento de las negociaciones sobre la unión aduanera y la liberalización de visados.

Erdogan quiere renovar y expandir el pacto. En el pasado ha amenazado repetidamente con cancelarlo y en 2020 amagó con «abrir las puertas» a los migrantes provocando el desplazamiento de miles de personas hacia la frontera griega.

«Turquía ha cumplido desde 2016 con todas sus responsabilidades. La UE no ha cumplido, no pudo, no quiso», se quejó esta semana el canciller de Turquía, Mevlüt Çavusoglu.