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¿Respeta la escuela la diversidad familiar?


Para muchos estudiosos la familia es considerada como la institución social más antigua. Con el paso del tiempo los valores, formas y estructuras que la rigen se han transformado enormemente. Por un lado, la idea tradicional de familia antes estaba relacionada con parentesco, consanguinidad, matrimonio, descendencia... Friedrich Engels decía que este concepto de familia tradicional nació de intereses economicistas y tanto él como Karl Marx la definieron en más de una ocasión como una forma de esclavitud y represión de un género hacia el otro, pues se aplica como necesidad solo para la mujer, en lo que sería una de las primeras divisiones de trabajo, en relación con la procreación. «La familia moderna se funda, en la esclavitud doméstica de la mujer. El hombre es en la familia el burgués, la mujer el proletariado» (Engels, 1884).

Y, entre tanto y tanto, surgieron las mujeres decididas por diferentes motivos a criar en solitario. En España hasta 1978 con la ley del patronato estas mujeres (exceptuando las de origen viudedad) eran introducidas en régimen cuasi carcelario, sin juicio y sin derecho a defensa; y con ellas sus hijos. En muchas ocasiones estos eran robados para ser vendidos a otras familias.

A día de hoy, a este colectivo comúnmente conocido como madres solteras, constituido por casi dos millones de mujeres en el Estado, no se las castiga con la cárcel, pero si se las sigue castigando con la invisibilidad, la discriminación fiscal, laboral, dejándolas fuera de las políticas de conciliación, e incluso se castiga a sus hijos e hijas. Y es que el sistema educativo vasco no tiene en cuenta la gran diversidad de hogares con los que contamos a día de hoy (homoparentales, unipersonales, nucleares, monoparentales...) Se continua trabajando la familia tradicional como única e inamovible y el resto son vistas como carentes, problemáticas o desestructuradas.

Uno de estos ejemplos es lo que sucede en fechas cercanas al 19 de marzo con la celebración del día del padre. En concreto, una niña de cuarto de primaria (diez años) lleva curso tras curso, desde que se incorporó a la vida escolar, teniendo que hacer dibujos y cartas para un padre agresor. La misma situación la padece otra niña que no tiene padre, por no hablar de los menores institucionalizados que han sufrido abusos de sus progenitores, etc.

En otras ocasiones, en este mismo centro también se han visto discriminados de ciertas actividades alumnos víctimas de violencia vicaria, alegando la decisión de sus responsables legales a no firmar los derechos de imagen (conforme a la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre) debido a motivos evidentes de protección y seguridad de los mismos.

Estos son solo algunos de los ejemplos de actividades adultocentistas en un modelo educativo desactualizado, que lejos está aún de ir en consonancia con la pluralidad de situaciones que hoy en día se dan en nuestra comunidad y que teniendo como base la protección y el interés superior de la infancia, existen diversas alternativas planteadas desde el marco de la inclusión.