Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
PANALBANISMO

La «Albania Unida» o el irredentismo albanés en siglo XXI

Un sueño imposible; populismo para irredentistas. La unión de las regiones albanesas bajo un solo Estado sigue contando, pese a ser una causa periférica, con el apoyo de la mayoría de la sociedad. Tras un aciago siglo XX que forzó su división, ¿podrá el pueblo albanés unirse de nuevo algún día?

Lo primero es clarificar el término: para referirse a la agrupación de todas las regiones ancestrales de su pueblo, los albaneses no dicen «Gran Albania» sino «Albania Unida». Aunque la idea permanece apartada de la agenda política, la sociedad sigue apoyando la unión en un solo Estado de Albania, Kosovo, el sur de Montenegro y de Serbia, el norte de Grecia y el oeste de Macedonia del Norte. Una utopía, de momento, conseguirla en su totalidad y de forma pacífica. Pero, ¿sería posible alcanzar una postura intermedia y buscar a largo plazo una confederación? Si sigue enquistado el reconocimiento internacional de Kosovo, ¿la unión con Albania sería una solución jurídicamente justificable entre dos Estados soberanos?

A través de varias voces albanesas, GARA analiza esta cuestión que, aunque periférica, de vez en cuando se discute en la sociedad, que, en broma, dice que su armonía religiosa es resultado de su preferencia por la nación.

«Los albaneses necesitan más derechos para que descienda el número personas que desea la Albania Unida, que es el derecho de cada albanés. Pero es un sueño, no es realista y carece de sentido si evita que seamos parte de la UE y la OTAN», asegura Menduh Thaçi, líder del Partido Democrático de los Albaneses y halcón político en Macedonia del Norte, donde la comunidad albanesa suma el 25% de la población. Allí, como en otros países donde son minoría, los albaneses buscan la mayor autonomía posible. Son conscientes de la inviabilidad de la unión utilizando métodos democráticos: los cambios constitucionales requieren de una amplia mayoría que, si el referendo incluye a la población eslava, se augura imposible de conseguir. Pese a las diferencias, es un escenario parecido al que viven los independentistas en el Estado español.

Por eso, por posibilidades, los ojos irredentistas sobrevuelan Kosovo, país que entre 1998 y 1999 vivió una guerra que enfrentó a serbios y albaneses y que se decantó del lado de estos últimos gracias a la intervención de la OTAN; en 2008, declaró de forma unilateral su independencia. País soberano, pero de reconocimiento internacional incompleto, laboratorio de ideas del pueblo albanés y del derecho internacional, alrededor del 90% de su población es albanesa.

«Primero tenemos que redactar una ley que regule el referendo, porque aún no la tenemos», dice Sami Kurteshi, miembro de Vetëvendosje (VV), formación que hasta hace poco reclamaba una consulta y que ahora es pragmática en sus consignas panalbanistas. «Lo que sé, por mi familia, por mi abuelo y mi padre, es que los albaneses quieren la unión. Mi padre murió deseando utilizar el pasaporte albanés. Yo he vivido siempre con esta idea irredentista, me gustaría proponer un referendo, pero no es una prioridad; puede que en diez años», añade sobre la agenda de VV, que obtuvo casi la mitad de los 120 escaños en disputa en las parlamentarias del pasado febrero. Salvo sorpresa, su líder, Albin Kurti, será el próximo primer ministro de Kosovo.

«No creo que la gente piense ahora en la Albania Unida, creo que la gente primero quiere una vida normal. Pero, si Serbia impide la integración internacional de Kosovo, algunos políticos podrían utilizar esta idea que, ahora mismo, no es realista», considera Arben Hajrullahu, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Pristina.

En la reciente campaña electoral, el exlíder militar de la guerrilla albanesa del UÇK y halcón político Ramush Haradinaj recordó que la unión con Albania pondría fin al problema de reconocimiento internacional de Kosovo. El populista Haradinaj hablaba de una posible salida en términos parecidos a los que antes habían utilizado otros destacados políticos como Hashim Thaçi. Se deduce, por tanto, que la unión cuenta con el apoyo de la sociedad: hasta la cantante Dua Lipa dejó constancia de su panalbanismo, en un polémico retuit en las redes sociales.

Soberanía. Más allá de determinadas explosiones de patriotismo, los políticos que han dominado Kosovo han sido conniventes con los deseos de sus garantes internacionales y han alejado esta causa del debate central. La UE rechaza cualquier acuerdo que altere las fronteras establecidas en los Balcanes y, con esta lógica, se opone enérgicamente al propuesto intercambio de territorios entre Kosovo y Serbia que redibujaría las fronteras en función de las líneas étnicas. Bruselas no quiere afrontar un efecto cascada en su trastero balcánico y su lobby promueve un futuro «sin fronteras» bajo el paraguas occidental.

Además, la comunidad internacional fue previsora cuando supervisó la redacción de la Constitución kosovar e incluyó el artículo 1.3, que estipula que Kosovo no puede unirse a otro país. Es la primera barrera para los irredentistas: se necesita una doble mayoría de 2/3 para reformar la Constitución y de los 20 diputados que corresponden a las minorías, la comunidad serbia ostenta 10, todos ellos controlados a día de hoy por la formación Lista Srpska, que representa los intereses de Belgrado. «El artículo 1.1 [Kosovo es un Estado soberano] de nuestra Constitución se contradice con el 1.3... La Constitución tiene que ser reformada primero y solo si se puede hacer de una manera democrática y pacífica», reconoció Albin Kurti, pragmático, al canal Euronews.

La idea de la Gran Rumanía, Serbia, Bulgaria o Albania fue cobrando relevancia a medida que el Imperio otomano se retiraba de los Balcanes a finales del siglo XIX y principios del XX. La persecución del Estado-nación ancestral llegaría hasta la II Guerra Mundial, cuando se establecieron la mayoría de fronteras modernas y Kosovo, al igual que regiones albanesas de Macedonia, Serbia y Montenegro, quedó bajo el control de Yugoslavia. Cuando comenzó la crisis en los Balcanes en la década de 1990, los irredentistas albaneses resurgieron. Aunque entre los más jóvenes las ideas panalbanistas comenzaron a diluirse en este siglo XXI entre organizaciones supranacionales como la UE, las encuestas reflejan que el apoyo a la unión es del 75% en Albania y del 64% en Kosovo, países en los que residen 4,5 de los más de 6 millones de albaneses de los Balcanes.

Frashër Krasniqi, del Partido Socialdemócrata de Kosovo, una escisión de VV, no discute este apoyo. Apunta, no obstante, al concepto de soberanía. «Si Kosovo es un Estado soberano en el que Serbia no puede influir, los kosovares tienen el derecho a decidir la unión al Estado que ellos quieran. Es simple. Desde esta perspectiva, es un derecho de cada país soberano, de Montenegro o de Macedonia, porque nada evita que puedan hacer referendos», destaca Krasniqi. «Personalmente, estoy a favor de la unión, no solo porque todos seamos albaneses, sino porque es positivo que equilibrar la balanza de la fuerza de los Estados de los Balcanes», añade.

Derecho internacional. Las diferentes posiciones tienen un problema a la hora de materializarse: el respeto por las leyes establecidas. ¿Permite el derecho internacional la unión entre dos Estados soberanos? «Sí. Pero en nuestro caso, cuando declaramos nuestra independencia, prometimos al mundo que no lo haríamos. Es una obligación [por el artículo 1.3]. Si iniciamos la unión, todo país tendría derecho a demandarnos», responde Enver Hasani, expresidente del Tribunal Constitucional de Kosovo y consejero legal de la delegación albanokosovar en las negociaciones de paz de 1999 en Rambouillet. Según explica, esta provisión tampoco permite a Kosovo ser parte de una confederación. Es un candado que, de seguir la vía constitucional, obliga a Pristina a entenderse con la comunidad serbokosovar y/o Serbia.

La guerra de Kosovo y su posterior independencia en 2008 fueron consideradas una «excepción» en el marco jurídico internacional. Pese a ello, casi un centenar de países no reconocen Kosovo, entre ellos Rusia y China, con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, y cinco Estados miembro de la UE, incluido el español. Estos países aseguran que la solución pasa por un acuerdo entre las partes enfrentadas y, mientras, evitan la integración internacional de Kosovo. Si el bloqueo continúa, Pristina podría buscar otra alternativa y, siempre que Albania lo aceptase, probablemente vía referendo, accionar el botón de la unión. Si prosperase, al hipotéticamente desaparecer Kosovo, ¿qué consecuencias tendría en Albania, país reconocido por toda la comunidad internacional?

«Si Albania comienza este juego, nos impondrán sanciones. Perderemos al menos el 30% de Kosovo, los territorios al norte del río Ibar [de mayoría serbia] y luego veremos una limpieza étnica en el sur de Serbia, enfrentamientos en el oeste de Macedonia del Norte. Además, Grecia, de forma legítima, intervendrá tarde o temprano», augura Hasani. ¿Podría mantenerse Albania en las organizaciones internacionales con el apoyo de EEUU, su garante? «Continuaría, sí, pero la mayoría de los países no reconocerían la ampliación territorial. EEUU está aquí para cuestiones de seguridad, no para crear la Albania Unida», sentencia.

En paralelo, en la calle, la unión entre Kosovo y Albania sigue dando pasos: a la cooperación cultural y comercial se le une ya la deportiva y, el año pasado, se certificó una liga de baloncesto conjunta. Un dribling más dentro de los límites legales para acercar, pese a las fronteras, la unión de este pueblo desperdigado por el mundo y divi