EDITORIALA

Lo local gana peso como espacio de transformación

En el ecuador de la legislatura EH Bildu organizó ayer un acto en Ordizia para agradecer a sus alcaldes el trabajo realizado en estos dos años. Además de reivindicar el trabajo municipal de la coalición, el mitin también sirvió para apoyar a la alcaldesa de Azpeitia, Nagore Alkorta, que estos días ha sido objeto de fuertes ataques por parte de los jeltzales a cuenta de un etéreo proyecto industrial que ni siquiera ha llegado a pasar de las musas al teatro.

Los ayuntamientos, y sobre todo los primeros ediles, han tenido un importante peso político en la historia de Euskal Herria. Fueron los alcaldes los que impulsaron el Estatuto Vasconavarro de Lizarra. Más tarde, durante los primeros años de la transición, el Movimiento de Alcaldes se convirtió en el principal interlocutor de Euskal Herria ante Madrid, y posteriormente dieron forma a la primera institución nacional del país, Udalbiltza. Esa relevancia proviene de su cercanía a los anhelos de sus pueblos; es en los ayuntamientos donde la política toca la calle y donde política y movimientos sociales se encuentran para hacer pueblo, herrigintza. Esa interrelación ha dado una gran vivacidad a la política municipal que ha escapado a la retórica y al burocratismo que acogota a otras instituciones, cada vez más formales que democráticas y cada día más alejadas de las demandas ciudadanas. Ese dinamismo ha hecho que los ayuntamientos siempre hayan sido las instituciones más importantes para las fuerzas soberanistas de izquierda. Por encima de las coyunturas, la izquierda independentista siempre ha tenido en los consistorios un marco de trabajo de primer orden.

La dimensión de los problemas globales y la ausencia de acuerdos generales para hacerles frente empujan nuevamente a poner atención en lo local. Incluso el plan para la recuperación económica de Joe Biden apuesta por ir de abajo hacia arriba. Lo local como ámbito para la transformación social gana peso e importancia.