EDITORIALA
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Cómo y para qué policía, un debate globalizado

El progreso lleva engendrado un gran dilema. Puede medirse por los kilómetros que ya se han recorrido o por los metros que faltan por recorrer. Hace un año, la brutal muerte de George Floyd, aquella rodilla hincada en el cuello del afroamericano hasta asfixiarlo, creó una conmoción que sacudió el mundo. Y desde entonces, el debate sobre el modelo policial, sobre la brutalidad y los abusos, sobre el significado de proteger y servir a una comunidad, ha sido enconado en EEUU, y también normalizado. Los ánimos estaban calientes, las expectativas eran altas, se buscaba de alguna manera ajustar de cuentas. Se popularizó el lema «Defund the Police», no destinar dinero público a la Policía. Seguramente, un año después de George Floyd y del levantamiento popular que siguió, las medidas que se han propuesto parecen poca cosa, no cumplen con lo esperado. Incluso, pueden ayudar a que cunda el desánimo, al considerar que reformar la Policía es un imposible, que no vale la pena ni intentarlo.

En efecto, los obstáculos son enormes. Tener una Policía que dé confianza y no miedo, que la brutalidad no tenga inmunidad, que se dedique a servir y proteger a la comunidad y no a otras cosas, es una meta lejana. En este debate que en EEUU ahora ha llegado a una fase de votación en diferentes instituciones, ese horizonte queda lejos. Pero ya se han dado los primeros pasos, ya se han roto ciertos tabúes. Cambiar el modelo policial es un debate que se puede articular, se pueden operar cambios. Si hay voluntad, hay un camino, aunque ciertos sindicatos policiales hagan de barricada y ciertos eslóganes terminen convirtiéndose en munición para una guerra cultural.

Este debate vale para la policía militar de Colombia, que se ha dedicado a abatir civiles que se manifestaban, para la policía de Minesota o para la Ertzantza. No es una cuestión de escala, y en la suya, este país lo ha sufrido como pocos. No valen excusas. Hay que dar forma a ese debate, sin simplificaciones ni generalidades. No es pronto para lanzarlo, que nadie pueda decir nunca que ya es tarde.