EDITORIALA

El postureo alcanza a la cumbre del G7

Una nueva cumbre del G7 comenzó ayer en Gran Bretaña, casi dos años después de la celebrada en Biarritz. La pandemia y el desinterés de Donald Trump por este evento provocaron la suspensión de la prevista para 2020. Esta, sin embargo, parece haber sido diseñada con esmero por la Administración estadounidense. Todo indica que Joe Biden quiere aprovechar este foro, en el que juega en casa, para reivindicar el liderazgo estadounidense del mundo. En parte ya ha logrado ese objetivo propagandístico, antes incluso de que comenzara el encuentro.

El primer golpe de efecto lo dio con el acuerdo para establecer un tipo mínimo del 15% en el impuesto de sociedades en todo el mundo. Un anuncio aplaudido hasta por las corporaciones multinacionales que más se han beneficiado del actual caos en esta materia. En este asunto conviene recordar que las haciendas forales también establecieron un tipo mínimo que fue convenientemente acompañado de varias excepciones que lo convirtieron en papel mojado. En cualquier caso, ese partido no se juega en el G7 sino en el G20, que es el grupo que junto con la OCDE está trabajando el tema desde el año 2013. Pero en ese foro existen disciplinas, alianzas e intereses contrapuestos. Habrá que ver hasta dónde llega el poder de persuasión del G7.

Otro anuncio llamativo ha sido el compromiso de donar 1.000 millones de vacunas a los países empobrecidos. Ante las discrepancias sobre la liberación de patentes, han optado por la limosna. Hasta Amnistía Internacional calificó la donación como insuficiente, y más considerando que a fin de año los países del G7 tendrán 3.000 millones de vacunas excedentes. Similar falta de ambición se observa a la hora de hacer frente a la emergencia climática.

En política los gestos son importantes, pero si no van acompañados de un contenido acorde terminan convirtiéndose en mero postureo. Ese parece ser el destino del G7 en un mundo que ya pivota sobre más ejes.