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CRISIS EN EL DUP

Un nuevo líder no salvará a un unionismo anclado en el pasado

Aunque el DUP se esfuerce por disipar los rumores de crisis, las últimas semanas han descubierto un partido dividido y en decadencia, que se niega a afrontar que la clave de todos sus problemas se encuentra en su enconamiento en posiciones sectarias y divisorias que poco aportan a la sociedad norirlandesa del siglo XXI.


En las últimas semanas, la cuestión del Protocolo de la Unión Europea para el norte de Irlanda se ha disipado en la tormenta desatada en el seno del unionismo, que ya se sabe un peón a sacrificar a manos del Gobierno del conservador Boris Johnson.

Los unionistas ya confiado en tres ocasiones en el pasado, y en cada ocasión se han visto traicionados. Y ahora confían en que Londres va a arriesgar su acuerdo con la UE y un futuro acuerdo con EEUU por una cuestión ideológica que poco o nada le interesa, porque los votos unionistas ya no son necesarios en el Parlamento para un Gobierno conservador centrado en el futuro de Inglaterra.

Mientras tanto, el DUP anda por el tercer líder en dos meses, pero sus problemas no han desaparecido con la marcha de Arlene Foster, la renuncia de Edwin Poots o la reciente elección de Jeffrey Donaldson a la cabeza del partido unionista. Porque el problema se encuentra en la causa fundacional del partido: su sectarismo.

El DUP empujó a Foster al abandono por abstenerse en una votación sobre la prohibición de la terapia de conversión para homosexuales en el norte de Irlanda, inaceptable para un partido opuesto a cualquier derecho para el colectivo LGBTI+.

Para sustituirla, eligió a Poots, un ejemplo de la línea más tradicionalista del partido, conocido por afirmaciones como que la Tierra se creó hace tan solo 4.000 años, abogar por políticas discriminatorias contra homosexuales y oponerse al aborto.

Sin embargo, Poots perdió el mínimo apoyo que tenía dentro del partido por su carácter pragmático. Cuando nominó como primer ministro norirlandés a Paul Givan poco podía imaginar que serian sus últimos días como líder unionista.

Sinn Féin supo jugar sus cartas y amenazó con no nominar a ningún candidato a la vicepresidencia del Gobierno de Belfast, lo que automáticamente forzaría las convocatoria de elecciones, si los unionistas no se comprometían a aprobar la ley del gaélico irlandés, que había sido acordada por ambos partidos en el acuerdo que restableció el Ejecutivo norirlandés en enero del 2020, después de un hiato de tres años.

En tiempos pasados, cuando el DUP estaba seguro de su hegemonía en las urnas, la convocatoria de elecciones no hubiera sido considerada una amenaza para los unionistas, seguros de conseguir la mayoría de los escaños en la Asamblea de Belfast.

Sin embargo, la realidad electoral del partido en los últimos años ha sido de una caída lenta pero sin pausa en la intención de voto. La última encuesta sitúa al DUP en un 16%, frente al 25% de Sinn Féin. Con la subida de un punto de los republicanos, la caída de tres puntos del DUP sabe más amarga, ya que le empata el ascendente Partido de la Alianza, una opción progresista para el electorado unionista. Poots, en su pragmatismo, sabía que un batacazo electoral le costaría el liderato del partido, como lo haría el compromiso de para la aprobación de una ley del gaélico. Por ello, optó por recurrir al circuito legal británico para solventar el problema.

El Parlamento británico aprobaría la ley del gaélico en otoño de 2021. Fue suficiente para la formación del nuevo Ejecutivo y para que en el DUP se dispararan las voces que juzgan inaceptable la oficialidad del gaélico, una victoria para Sinn Féin.

A finales de la pasada semana, el DUP se encontraba con un líder de rebote, Donaldson, y un primer ministro indeseado, Paul Givan. A Givan se le augura un futuro incierto, ya que desde el partido se le ha pedido que abandone el cargo por su cercanía con Poots pero también por las ambiciones del nuevo líder del partido. Donaldson, que proviene de las filas del otro partido unionista (UUP) que abandonó cuando aceptó firmar el Acuerdo de Viernes Santo, ha manifestado en el pasado su deseo de ser primer ministro, algo imposible al no ser miembro de la Asamblea de Belfast y ser diputado en el Parlamento de Londres.

La dimisión de Givan reabriría la caja de pandora, con la cuestión de la co-oficialidad del gaélico irlandés de vuelta a la mesa negociadora para la formación de Gobierno. Aunque esta cuestión no parece esencial para Donaldson sí lo es para el partido.

Y si el DUP se niega a aceptar esa ley, las elecciones podrían confirmar el principio del fin para el partido. Un fin que bien podría ser un principio para una nuevo norte de Irlanda.