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EDITORIALA

La merma de polinizadores daña la trama de la vida


Desde hace tiempo es conocida la importante función polinizadora que cumplen los insectos y algunos otros animales como los colibríes y los murciélagos. Tampoco es reciente la preocupación por la importante reducción que se observa en el número de polinizadores, sobre todo, porque cumplen una importante función en la reproducción de las plantas con flor. Su ausencia hace que disminuyan las cosechas con graves consecuencias para la población humana y el ecosistema.

A pesar de la importancia de la cuestión, poco se sabe de lo que realmente está ocurriendo. Los únicos insectos directamente atendidos por humanos son las abejas mielíferas, cuyas colmenas están muriendo en grandes proporciones, como periódicamente denuncian los apicultores. En este contexto, un grupo de expertos ha determinado que las principales causas de la desaparición de polinizadores tienen que ver con la actividad humana, ya sea por la destrucción directa del hábitat, o por el manejo de la tierra asociado a la agricultura industrial y al uso de pesticidas; factores que están por delante incluso del cambio climático. Una conclusión que cuestiona radicalmente el actual modelo agrícola basado en monocultivos que arrasan la biodiversidad y que a largo plazo terminan empobreciendo a los ecosistemas y a los campesinos. Los científicos, además, apuntan que sus efectos son mucho más patentes en los países industrializados del Norte global, donde ese modelo ha alcanzado su máxima perfección.

Con todo, los científicos no han podido evitar hacer valoraciones monetarias sobre la aportación de la polinización a la economía. Hablan de la belleza de las nubes de mariposas en el jardín pero en el fondo todo termina reducido a dinero en una cuenta de pérdidas y ganancias. De ese modo, una vez más, se pierde lo sustancial del asunto: lo que está en peligro no son unas u otras cosechas, sino la trama de la vida en el planeta.