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Merkel se despide de Putin haciendo gala de su «Ostpolitik» con Rusia


Tras 16 años al frente de la Cancilllería alemana, Angela Merkel, nacida y criada en la RDA e hija de un pastor protestante –y, por tanto, crítico con el régimen prosoviético–, se despidió del aún más longevo y ya viejo zar de Rusia –desde 2000–, Vladimir Putin, espía del KGB en Dresde en la caída del Muro de Berlín.

Mucho ha llovido desde entonces –sobre todo Rusia tiene poco que ver con la extinta URSS–, aunque quizás menos en términos geopolíticos. Porque la Alemania de Merkel, con todos sus vaivenes, ha cultivado una suerte de Ostpolitik (política del Este) para con Rusia, estrategia que inauguró el canciller Willy Brandt en su relación con la Alemania Oriental y, por extensión, con el Pacto de Varsovia.

Hay que reconocer que fue el antecesor de Merkel, Gerhard Schröder –hoy presidente de la petrolera rusa Rosneft–, del SPD, como Brandt, quien lideró esa política de entendimiento pragmático con Rusia.

Pero, más allá de ese ejemplo palmario de puerta giratoria de Berlín a Moscú, Merkel ha mantenido ese rumbo oriental contra viento y marea y pese a las presiones de EEUU. Su tenacidad para mantener el proyecto de gasoducto Nord Strem II lo atestigua. Seguro que los sucesos de Afganistán le han confirmado en su ya icónica terquedad.