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El Gobierno talibán incluye a los líderes militares más duros

El nuevo Gobierno talibán intenta reunir a las facciones del movimiento rigorista y lograr aceptación internacional, a pesar del peso de los sectores militares más duros, como la red Haqqani. Mientras, las arriesgadas protestas, reprimidas con disparos, asumen la resistencia.


Tres semanas después de tomar el poder en Afganistán, los talibanes revelaron ayer parte de su Gobierno, que estará encabezado por Mohamad Hassan Ajund, quien ya fue ministro de Exteriores en el anterior Ejecutivo talibán, entre 1996 y 2001.

El cofundador de los talibanes Abdul Ghani Baradar será su «número dos». Figura que puede aunar las diversas facciones talibanes que lo respetan, Baradar dirigió las negociaciones con EEUU en Qatar que llevaron a la retirada de las fuerzas extranjeras del país.

El mulá Yaqub, jefe militar que decidió las orientaciones estratégicas en la guerra, e hijo del mulá Omar, fundador del movimiento rigorista, será ministro de Defensa. Sirajudin Haqqani, jefe de la temida red Haqqani, dirigirá Interior.

Amir Khan Mutaqi, también negociador talibán en Doha, encabezará el Ministerio de Exteriores. Los talibanes aseguraron que se trata de un «grupo diverso» que incluye varios grupos étnicos y perfiles diferentes. Sin embargo, 30 de los 33 nombramientos anunciados son de etnia pastún y, por supuesto, no hay ninguna mujer.

La presencia de los líderes históricos y de los militares más duros augura pocas concesiones. La red Haqqani ha sido una de las facciones más temidas durante las últimas dos décadas. Se le atribuyen algunos de los ataques más violentos con el uso de atacantes kamikazes.

Pese a ello, los talibanes buscan ser aceptados por la comunidad internacional.

Su portavoz, Zabihulah Mujahid, manifestó su intención de mantener buenas relaciones con EEUU y que «todos los países del mundo reconozcan la legitimidad de nuestro Gobierno y de nuestro régimen islámico».

Intentan convencer con mínimas promesas sobre respeto a los derechos humanos. Pero la desconfianza se expresa en las manifestaciones organizadas en los últimos días por mujeres activistas, a las que se suman otros afganos que denuncian la ofensiva en el Panshir.

Con la milicia del Panshir derrotada y la comunidad internacional moviéndose entre las relaciones normalizadas –China, Irán, Rusia, Pakistán Turquía y Qatar están invitadas a la toma de posesión del Gobierno– o la negociación solapada –EEUU–, la resistencia al régimen rigorista está protagonizada ahora por estas arriesgadas manifestaciones de mujeres.

Ayer dos personas murieron por disparos en una protesta en Herat. También hubo manifestaciones en Kabul y Mazar-i-Sharif, en las que además se denunció el apoyo militar de Pakistán al régimen talibán. Manifestantes y periodistas fueron detenidos y agredidos.

«A pesar de la violencia, los disparos y las palizas, hemos podido completar nuestras protestas y hemos enseñado al mundo que no somos el pueblo mudo de hace veinte años», destacó Fawzia Wahdat, una de las organizadoras de las protestas en Kabul.