La pregunta la dejó correr por entre los asientos del urbano de Azkoitia una señora que no necesitaba la respuesta. De hecho, tampoco la buscaba. Siempre la había sabido. En ruta a la residencia de mayores, la chófer, tres familiares, un residente y... por aquello de que la opinión es libre (tan libre que hasta puede ser inopinable) una señora que pregunta.

En el trayecto se hablaba de la lucha de las trabajadoras de la residencia por la mejora de sus condiciones de trabajo y, en consecuencia, las de los residentes, de que la falta de personal es alarmante, de que...

¿Y de qué ha servido?

Cien años, precisamente, se han cumplido de una «respuesta a la canadiense» en Barcelona para que, desde entonces, la jornada laboral sea de ocho horas, y octubre comenzó celebrando el 90 aniversario del voto de la mujer. No siempre funciona la recogida de firmas.

La respuesta a la señora se la encomiendo al cineasta Fernando Birri (lo cuenta Eduardo Galeano que le acompañaba) a quien le preguntó un estudiante para qué servía la utopía. Birri le respondió que no lo sabía, que la utopía estaba en el horizonte al que no vamos a llegar nunca porque si caminamos diez pasos el horizonte se aleja diez pasos, y si das veinte pasos el horizonte se aleja otros veinte... ¿Para qué sirve entonces la utopía? Para eso sirve, para caminar.

(Preso politikoak aske)