EDITORIALA

Recuperar la soberanía como idea emancipadora

Las fricciones entre Bruselas y Polonia no son nuevas, pero están adquiriendo un nivel inédito. El detonante último ha sido la decisión del Tribunal Constitucional polaco de establecer la primacía de su derecho sobre el derecho europeo, una decisión que es imposible que la Unión Europea deje pasar, pues pone en solfa la arquitectura comunitaria más básica. La capacidad de Bruselas de llegar a compromisos imposibles está fuera de toda duda, pero lo cierto es que su credibilidad quedará por los suelos si no es capaz de imponer su ley en un territorio.

El momento es complejo y tiene muchas aristas, pero que el proceso de integración europeo pinche precisamente por su flanco judicial no se antoja la mejor de las noticias. Que los Estados europeos de poca tradición democrática –como el español, sin ir más lejos–, hayan tenido que adaptarse o, al menos, someterse a estándares judiciales más elevados ha sido una de las virtudes del proceso europeo. Del mismo modo, igual que con el Brexit, que este cuestionamiento de los fundamentos de la UE llegue desde una posición de fuerza de la extrema derecha tampoco puede considerarse buena noticia. Que la ruptura de un proyecto neoliberal, construido por las élites en contra de los intereses de amplias capas de la población europea –ni que decir tiene de la potencialmente inmigrante– abra las puertas a una hegemonía creciente de la extrema derecha no da, siendo honestos, para muchas alegrías.

Pero la respuesta al momento no puede ser una defensa ciega del actual proyecto europeo, culpable en gran medida de su propia situación. Urgen alternativas. Soplan vientos de repliegue, la globalización mengua, las materias que hicieron posible el espejismo del crecimiento sostenido escasean. La soberanía va a ser uno de los grandes conceptos de la década que viene. La tarea urgente que tiene ante sí la izquierda es arrebatárselo a la extrema derecha y darle el contenido emancipador, solidario y humanista que siempre le ha acompañado. El freno al auge del fascismo no vendrá de la actual UE.