De alguna manera me ha llegado a los ojos la cita bíblica Mateo 24,20: “Orad por tanto para que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo” (algunas biblias hablan del sábado). Y de la misma me ha venido el recuerdo de un cercano viaje al Pirineo, por el borde del pantano de Yesa, el último día de un pasado puente festivo y una interminable caravana en sentido contrario. Y es que lo del invierno no me dice nada, pero, aunque Mateo hable de otras cosas, sí que estoy de acuerdo en intentar evitar los días festivos en salidas al monte. Soy también por tanto uno de los culpables de que esos lugares tan bellos y solitarios de montaña “ya no sean lo que eran” por la masificación y todo lo que trae. Las explotaciones extractivas del medio natural: minería, etc. siempre serán más dañinas, pero el turismo de montaña es ya en sí mismo una actividad extractiva más y todos formamos parte de ese negocio. Tengo que confesar que el palabro adjetivo “sostenible” aplicado a una actividad siempre me ha provocado desconfianza pues en un mundo finito nada es sostenible y si como decía el refrán a la larga todos calvos, ahora la calvicie se vislumbra a corto o medio plazo. Podemos ralentizar bastante el proceso (en espera de algo) y también podemos dedicarnos a añorar, como decía el alpinista Barry Blanchard, “esos tiempos en que la escalada era peligrosa y el sexo era seguro”, aunque la escalada siga siendo peligrosa y el sexo… por lo menos problemático.