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AZKEN PUNTUA

Naufragio


Las familias de la veintena larga de migrantes kurdos que se ahogaron en la Mancha a finales de noviembre esperaban ayer recuperar sus cuerpos para poder despedirlos. No habrá posiblemente despedida para la casi treintena de anónimos cadáveres que se descubrieron esta Navidad en la costa Libia y que elevan a millar y medio los muertos en esta parte del litoral africano a lo largo de este año, un 2021 que estamos apurando a golpe de brindis y celebraciones amortiguadas tímidamente por la mascarilla y por inverosímiles debates acerca de la eficiencia de unas vacunas ideadas por la ciencia del primer mundo y que la intendencia del capital niega a los del llamado tercer mundo. Hacia dónde no se sabe, pero gran parte de nuestra sociedad va a la deriva. Y, sí, los gobiernos nos han desorientado, en gran parte porque la gestión comunicativa de la situación sanitaria ha sido –está siendo– nefasta. O no, necesariamente. Porque, al final, en lugar de rebelarnos contra el desmantelamiento de la atención primaria y el deterioro de los servicios de salud, aquí estamos, desviándonos de lo realmente importante para pelearnos en vano porque algunos creen más en homeopatías y otras supercherías medievalistas que en la inteligencia de las evidencias científicas. Somos una civilización en pleno naufragio. Y millones de personas muriendo por querer vivir entre nosotros.