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AZKEN PUNTUA

En la luna


Lo admito, sí, es verdad, vivo en la luna, que la tierra me pesa hasta negarme esas cuantas palabras que no acabo de aprender y nombrar. Por más que las invoque o que demande un vestigio de luz en mi memoria, hay palabras que siempre se me pierden, palabras movedizas de sílabas fugaces que se cierran y abren, palabras como… hay palabras que siempre se me pierden.

Cualquier cosa que piense, antes de expresarla, comienza a segregar puntos suspensivos y, enredado en ellos, me rindo a la evidencia incapaz de articular una simple palabra. Cada vez que estoy a punto de arribar a alguna inobjetable conjetura, los puntos suspensivos la dejan en el aire y yo me acabo yendo de punto en punto, muy despacio, camino de la luna, sin nada que alegar en mi defensa que no sean mis puntos suspensivos.

Viene entonces la queja de un locuaz universo que se niega a aceptar por descreído el secular cortejo de mis siempre suspensivos titubeos, y yo acabo alegando mis puntos suspensivos para dejar a Dios a la intemperie y ponerme la duda por sombrero.

Lo admito, sí, es verdad, vivo en la luna, aunque no he terminado de mudarme. Me falta recoger una sonrisa que haga más dulces las noches en menguante y una lágrima grave que compense la desmedida holganza del creciente para contar estrellas a tu lado como gatos arriba de un tejado.

(Preso politikoak aske)