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La autocracia de Kazajistán se resquebraja tras la subida del gas

Las protestas por la subida del precio del gas han derivado en una revuelta para exigir el final del «reinado» de Nursultán Nazarbaiev en Kazajistán. Su delfín, el presidente Tokayev, destituyó al Gobierno, decretó el estado de excepción y se ha desmarcado de su mentor. Unidades del Ejército se rendían en la ciudad de Almaty, bajo control rebelde.


El presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokayev, destituyó ayer al Gobierno y decretó el estado de excepción tras las intensas protestas desatadas en las principales ciudades de la república centroasiática por el alza del precio del gas licuado.

Con miles de manifestantes reprimidos con granadas ensordecedoras y gases lacrimógenos, con cientos de heridos, entre ellos decenas de policías –había informes de muertos y heridos– y con más de 500 detenidos, este tipo de protestas son raras en Kazajistán.

Las antiguas repúblicas soviéticas centroasiáticas, incluida la kazaja, son regímenes autocráticos gobernados por dinastías surgidas en su día, y al calor de sus independencias, por los dirigentes locales de las sucursales locales del Partido Comunista.

Es el caso de Nursultán Nazarbaiev, mentor del actual presidente y verdadero poder en la sombra desde que dejó el cargo el 19 de marzo de 2019.

Un día después, la capital, Astaná, fue rebautizada con su nombre, Nursultán (Sultán Radiante en kazajo) y el líder se autonombró presidente se reservó el cargo del recién creado del Consejo de Seguridad kazajo.

A primera hora de ayer, su delfín, Tokayev, designó al vice primer ministro, Aliján Smailov, como primer ministro en funciones, en sustitución de Alijan Smailov, a cuyo gabinete responsabilizó de la «difícil situación económico-política y social creada en el país» , en particular al Ministerio de Energía, así como a las compañías KazMunayGaz y Kazajgaz.

Estas medidas no acallaron las protestas y entrada la noche anunciaba que asumía las riendas del Consejo de Seguridad y prometía un giro político.

Tensión en Almaty

Las primeras protestas estallaron en Manguistau, región situada en el oeste del país, si bien en las últimas horas estas manifestaciones se extendieron a las regiones vecinas de Atirau y de Kazajistán occidental, llegando incluso a la capital económica, Almaty, donde los manifestantes tomaron ayer al asalto el edificio de la Alcaldía y controlaron el aeropuerto. Unidades militares se rindieron y se unieron a las protestas.

El régimen instauró el estado de excepción hasta el 19 de enero, prohibiendo toda reunión y circulación de vehículos, y decretó el toque de queda nocturno. Las redes sociales WhatsApp, Telegram y Signal fueron bloqueadas, así como las webs de dos medios opositores.

«¡El Viejo, a casa!»

La espita para las protestas, que comenzaron el domingo en Janaozen, en la región occidental de Manguistau, fue el incremento del precio del gas natural licuado (GNL). El régimen trató de calmar los ánimos reduciendo su precio en la región a 50 tenges (0,1 euros) el litro, frente a los 120 tenges iniciales.

Paralelamente, detuvo al director de una fábrica de tratamiento de gas y a un responsable político regional.

La región de Manguistau depende del GNL como principal fuente de carburante para los coches y todo aumento del precio repercute en los productos alimentarios, ya en alza desde el inicio de la pandemia.

Pero los gestos del régimen no acallaron las protestas, que se extendieron a la gran ciudad regional de Aktau, en la ribera del mar Caspio; a Almaty y hasta a la capital política, Nursultán.

Y van más allá del precio del gas. Los manifestantes coreaban eslóganes antigubernamentales como «Gobierno Dimisión» y «¡El Viejo, a casa!», en referencia al expresidente Nazarbaiev

Kazajistán, primera economía de Asia Central y habituada a tasas de crecimiento de dos dígitos, sufre por la bajada del precio del petróleo y de los metales, sus principales fuentes, y por la crisis económica endémica en Rusia, que ha llevado a la devaluación de su moneda y a una inflación galopante.