Dabid LAZKANOITURBURU

Estados Desunidos de América

Desde su origen, y precisamente por cómo se fundó, EEUU es un país profundamente dividido. Los europeos que llegaron a América del Norte desde el siglo XVII procedían de religiones (puritanos, católicos..) y naciones distintas, incluso desde las islas británicas (ingleses, irlandeses, galeses...). Tampoco se enfrentaron a un enemigo común bajo la forma de los imperios nativos centro y sudamericanos sino a muchas tribus dispersas.

Las definiciones, también las de un país, son más afirmativas que reales, como ocurre con los Estados Unidos y el lema de su gran sello, «e pluribus unum» (de muchos, uno).

El país es un frágil equilibrio de poderes, de estados y de fuerzas, centrífugas y centrípetas, que ha conocido gravísimas disensiones como la guerra de Secesión (1860-1865), el conato de revolución social –y su correspondiente contrarrevolución patronal– de 1890, la Gran Depresión de 1930, la feroz pugna entre intervencionistas y aislacionistas en la II Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam. Pero, sorprendentemente, o quizás por esa excepcionalidad de la unión en la desunión, EEUU ha logrado alcanzar unas cotas de poder imperial nunca conocidas, y que sus rivales, la extinta Rusia soviética y la milenaria china, esta última atávicamente temerosa de la desintegración (los reinos combatientes), no han alcanzado –la última, de momento–.

Algo se rompió, sin embargo, hace un año. Pero el asalto al Capitolio no fue sino el colofón de una deriva de años, desde que en 1994 el Partido Republicano pasó a calificar al gobierno federal demócrata de «problema» a «enemigo».

El Tea Party, Trump, no son sino etapas hacia la implosión.

Mucho se habla de la polarización de la sociedad y es cierta, aunque algunos análisis destilan nostalgia por los tiempos en los que resultaba indistinto votar republicano o demócrata.

Cuando la dilución de las naturales y sanas diferencias políticas está precisamente en el origen de la actual guerra cultural, esa en la que la gente se refugia cuando deja de confiar en la política. Esa guerra por todo en la que se hunden los Estados Desunidos, desde la mascarilla hasta los resultados de unas elecciones. O ante el anunciado impacto apocalíptico de un inmenso meteorito. «No mires arriba». Sigue mirando abajo, a la miseria moral... Así cayó Roma.