EDITORIALA
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Desigualdad vergonzosa ante la vacuna

La pandemia que asola el planeta desde hace ya más de dos años está experimentado diferentes etapas y situaciones, aún con más incertidumbres que certezas sobre su futuro desarrollo o final. Cuando no había cómo enfrentarse al virus sino con la distancia física, y este estaba resultando especialmente letal para amplias capas de la población, no hubo otro remedio que el del confinamiento severo, aunque seguramente se cometieran importantes errores que afectaron al bienestar de muchas personas más allá de lo razonable. La vacuna fue, sin duda, un punto de inflexión para encarar el problema, si bien es cierto que previamente a su logro la esperamos como la panacea de resultados milagrosos para volver a nuestra vida anterior a toda prisa. Los estados de ansiedad juegan malas pasadas.

Con todo, durante estos meses la vacuna ha resultado decisiva para hacer frente a las consecuencias más dramáticas de la enfermedad, a sus cuadros más mortíferos. Ha salvado muchas vidas. Por eso cabía esperar un mínimo grado de sensatez para su gestión en términos planetarios, pues si algo ha quedado más que acreditado durante este tiempo es que este es un problema que afecta al conjunto de la humanidad, y que resulta peligroso no intentar atajarlo globalmente.

Por esa razón, datos como los aportados hoy por nuestro compañero Beñat Zaldua sobre el reparto de la vacuna en el mundo resultan escandalosos desde todo punto de vista. Solo en cinco estados de la Unión Europea hay más vacunados con la dosis de refuerzo que vacunados de la primera en todo el continente africano. La comparación no deja lugar a muchas dudas sobre una vergonzosa realidad. El bochorno de que a estas alturas aún no hayan sido liberadas las patentes y que los organismos internacionales no hayan puesto los medios para su suministro seguro a los lugares más desfavorecidos da medida del grado de injusticia y desigualdad que impera en el mundo.