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Decepcionante primer año de Biden y peores augurios para el próximo

El presidente de EEUU, Joe Biden, termina su primer año en el cargo con suspenso, dejando un gusto muy amargo, una sensación de decepción. La pandemia que prometió superar está una vez más fuera de control, la retirada de Afganistán fue especialmente deshonrosa, el mundo es más inseguro y la inflación está frenando la recuperación económica. Esa combinación hace que sus índices de aprobación estén por los suelos, en números récord.


Joe Biden se las prometía felices en su primer año en el cargo. En los primeros meses, su partido recuperó el control del Senado con dos victorias sorprendentes en Georgia, la vacunación estaba ya lanzada y parecía el remedio a todos los males. Traía bajo el brazo un gigantesco proyecto de inversión en infraestructuras para mejorar la vida de los estadounidenses. Todo iba bien, todo cuadraba para demostrar que él no era igual que el «aberrante» Donald Trump.

Y, sin embargo, ha terminado el año con un índice de aprobación que es el segundo más bajo, después del de Trump, que cualquier presidente de EEUU haya tenido tras su primer año. Y las perspectivas son realmente malas para los siguientes. Salvo sorpresa mayúscula, es probable que los demócratas pierdan el control del Capitolio en las elecciones de mitad de mandato. Biden hizo su campaña con la promesa de «no ser Trump», pero ahora el expresidente está regresando siniestramente, viene a por todas y a por todos, y coge a los demócratas divididos.

Ómicron y Afganistán

Hay dos factores que han desgastado mucho a Biden: la caótica retirada de Afganistán que cedió el país a los talibanes, costó la vida de soldados estadounidenses en el aeropuerto y dejó a muchos aliados a su suerte; y el resurgimiento, primero en el verano y luego a fines del otoño, de la pandemia de coronavirus que, aunque en gran medida no fuera responsabilidad de Biden, ha hecho que toda celebración de sus logros pareciera tristemente prematura.

La frustración legislativa es muy evidente. Fracasó en el intento de obtener el respaldo del Senado para su gigantesco plan económico “Build Back Better”, que finalmente se vio reducido a la mitad de su tamaño original. Y lo que viene en 2022 será aún mayor, cuando las escasas mayorías del partido demócrata estarán en juego.

La variante ómicron ha llevado a EEUU a tener que hacer frente al espectro de una inflación creciente y una caída del crecimiento, dando un durísimo golpe al bolsillo de la clase media. Biden prometió un dineral para ayudar a modernizar carreteras, puertos, aeropuertos y túneles el país. Al final no fue tanto y es poco probable que los efectos de esa política se sientan lo suficientemente pronto como para alterar lo que parecen aciagas perspectivas de los demócratas a mitad de mandato.

Acabar con Trump antes de que sea demasiado tarde

El discurso que Biden dio el pasado 6 de enero, en el primer aniversario del asalto al Capitolio, se ha interpretado como el pistoletazo de salida de una nueva estrategia. Enfurecido, con un tono muy combativo, dijo que Trump «sostenía una daga» en el cuello de la democracia de EEUU, que «reunió a una mafia para atacarla» y luego no hizo nada para detener la violencia letal, que sus «mentiras» han llegado demasiado lejos.

Desde que asumió el cargo, había ignorado a Trump. Rara vez ha mencionado su nombre, no ha entrado al trapo de la incesante propagación de la «gran mentira»: que los demócratas robaron la victoria de 2020. Prefería hablar de sanar heridas, de unir, de mirar al futuro.

Apostar por la confrontación ahora conlleva peligros evidentes. Juega con la agenda y el ego de Trump, le convierte en el centro de atención. Sin embargo, Biden ya ha decidido pasar a la ofensiva, convencido de que para derrotar y desacreditar al trumpismo, hay que desafiarlo pública y enérgicamente en todo momento. GARA