José Manuel Castaños Munsuri
Militante de la izquierda abertzale
KOLABORAZIOA

Respeto a la discrepancia y unidad desde la izquierda

Compartir militancia en una organización, del tipo que sea, no obliga a coincidir con el 100% de los postulados de la misma. Evidentemente, se debe respetar e implementar lo que la mayoría decida, lo cual no significa desprecio hacia quien haya discrepado, pues del debate se enriquece la organización. Históricamente, en la izquierda abertzale ha coincidido diferentes opiniones y organizaciones.

Respeto que, a modo de ejemplo y con motivo del reciente congreso de Sortu, se pedía en un artículo publicado en este mismo medio hacia las personas que habían presentado una ponencia alternativa a la oficial. Se entiende que el autor mostraba preocupación ante la presencia de muestras de rechazo hacia las personas discrepantes.

La no necesidad de coincidencia plena se hace más evidente cuando se trata de acordar con otras formaciones. Acuerdo de mínimos, Acuerdos de país, compartir viaje hasta Maltzaga o la actitud de EH Bildu en el Parlamento de Madrid para frenar a la extrema derecha en sus diferentes versiones. En cada coyuntura, será una u otra la estrategia.

De hecho, en la actualidad, un objetivo de EH Bildu es compartir con diferentes organizaciones políticas, sociales, etc., unos puntos en común que nos permitan avanzar como pueblo.

Esta unidad de acción, desde la discrepancia, no encuentra acomodo cuando aparece el término covid-19. Más bien, aparece el desprecio, cuando no el insulto. Siendo evidente que no se pueden compartir las tesis oficiales (y digo tesis, en plural, pues las hay de diferente origen geopolítico e intenciones), ni, tampoco, la negación de la ciencia para tratar de buscar una respuestas.

Hasta el presente ha sido imposible articular, desde la izquierda, un debate sereno y respetuoso sobre la cuestión, lo que ha impedido alcanzar esos acuerdos de mínimos. Situación que, efectivamente, como ha sucedido en otros casos (elecciones en los Estados francés y español) deja un campo abierto a la penetración de la extrema derecha, tanto en el terreno electoral, como en el ideológico y sociológico.

Uno de estos acuerdos de mínimos, a mi juicio, debiera ser el rechazo al llamado pasaporte covid, porque no se trata de una medida sanitaria (el volumen de contagios lo atestigua), sino política, como ha dejado claro Macron. Y la respuesta también tiene que ser política.

Por esto he participado en la manifestación del sábado 22, contra esta medida. Lo cual no significa, como he tratado de exponer, que coincida con la opinión que, sobre la covid-19, tengan todas y cada una de las personas asistentes a la misma. Como en otras tantas manifestaciones, por cierto.

El miércoles 19, como se hizo en diferentes municipios, me concentré ante los centros de salud en defensa de una sanidad pública y de calidad (participando en la organización de una de ellas). Y, días antes, en la movilización convocada por el movimiento de pensionistas. Para organizar estas respuestas, es evidente que se han tenido que consensuar los puntos reivindicativos, aparcando las discrepancias, en beneficio de una respuesta colectiva.