GARA Euskal Herriko egunkaria
LA CARRERA DE FONDO DE UN ACTOR Y DIRECTOR DE CINE
Interview
URKO OLAZABAL
ACTOR, DIRECTOR Y PROFESOR

«Me parece muy importante el componente didáctico del cine»

El actor y director bilbaino Urko Olazabal ha conseguido con su último trabajo (“Maixabel”, de Icíar Bollaín) hacerse con los premios de cine más importantes a nivel estatal. Sin embargo, no es un recién llegado, sino un trabajador incansable que ha tenido que picar mucha piedra hasta conseguir este éxito masivo.

(Monika del Valle | FOKU)

Cuéntenos cómo comienza a interesarse por el mundo del cine.

Yo estaba haciendo la especialidad de escultura en la carrera de Bellas Artes y, en un momento dado, mis amiguetes de audiovisual me pidieron que actuara en un cortometraje que estaban haciendo. Me gustó lo que vi y, a mis 21 años, descubrí que me gustaba actuar y empecé a escribir mis propios personajes.

¿Pero no fue una vocación temprana que estaba ahí desde que era un niño…?

No, de hecho, en la ikastola me daba mucha vergüenza hacer los teatros, pero cuando veía las películas siempre quería estar en la pantalla. Yo me metí en Bellas Artes porque pensé que no había que estudiar demasiado y aquello me fue sensibilizando ante las cosas de la vida. Ya cuando acabo la carrera y empiezo a hacer teatro, tuve claro que me quería dedicar a esto.

¿Qué le atraía más en sus inicios? ¿La interpretación o la dirección?

Al principio quería ser actor, pero es complicado que te llamen cuando no conoces a nadie. Así que empecé a producir mis propios cortos para salir yo y luego, cuando empecé en teatro, fue para ser actor pero, sobre todo, para aprender a dirigirlos. El primer corto que hice en la universidad iba sobre un tío al que le dábamos una paliza porque se había liado con mi novia (risas)… Luego ya empecé con mis producciones, hice una que se titulaba “Zirgariak” que, a día de hoy, es la única película sobre las sirgueras de Bizkaia; luego hice otra tipo “cine kinki”, “Las Jennis”, también una serie de películas en la zona de la Rioja alavesa, y algún trabajo en Argentina, Mongolia e India…

En todas sus películas, siempre hay un cierto componente social y una necesidad de decir cosas.

Más que el cine “palomitero”, me gusta que, cuando veas una película, aprendas algo. Me parece muy importante el componente didáctico, y por ahí es por donde he ido hasta ahora, pero no descarto para nada el componente lúdico del cine, que también está bien y es muy necesario.

Paralelamente a su trabajo como director, se ha ido labrando una carrera de actor que, finalmente, es lo que le ha dado una cierta popularidad, más aún después de conseguir el Goya…

Cuando quieres ser director, siempre necesitas financiación, y es muy difícil conseguirlo, así que mucha gente me recomendaba centrarme en ser actor y volví actuar, pero me enfadé mucho con la profesión porque, después de hacer “Ira”, no me salió ni una frasecita en ningún lado. En ese momento, pensé que era un mundo de trepas en el que había que ir a todos los saraos para darse a conocer, y yo no soy así porque, en ese sentido, soy una persona “de segunda fila”. Pero el cambio de representante me trajo más oportunidades y ahora estoy con Lourdes Naranjo y, como a ella le llega toda la información sobre castings, eso me ha posicionado y, finalmente, me ha proyectado hasta donde estoy ahora.

Por su papel en «Maixabel», donde interpreta al arrepentido Luis Carrasco, ha conseguido el premio Feroz y el Goya al Mejor Actor de Reparto. ¿Esperaba todo esto cuando hizo la película?

¡Qué va! Sí que, cuando lo vieron en mi entorno, todo el mundo me decía que estaba espectacular, e incluso los productores auguraron que estaba “de Goya”, pero de ahí a que se haga realidad… la verdad es que no me lo creía, porque yo ya me habría conformado solo con haber hecho el casting y haber conocido en persona a Icíar (Bollaín), pero toda la escalada que ha sido llegar hasta el Goya, en la vida lo habría soñado. Tenía 42 años cuando me llegó papel… ¡cómo me voy a imaginar todo eso!

¿Cómo le llega la oportunidad de participar en este filme?

Me llamó mi representante para decirme que estaban buscando un vasco para interpretar a Luis Carrasco. Cuando fui a hacer el casting, estaba Icíar Bollaín, que me quería conocer personalmente porque había visto mi videobook. La verdad es que me trató muy bien. Yo siempre he sido muy fan de Icíar y estuve hablando con ella sobre el conflicto vasco y la historia de “Maixabel” y, cuando al de un mes, me llamaron diciéndome que estaba en la película con Blanca (Portillo) y con Luis (Tosar) fue una alegría increíble.

¿Fue complicado preparar el papel de Luis Carrasco?

Antes de hacer la película, tuve la oportunidad de conocerle y fue muy generoso conmigo. Hablamos del guion y me dijo que la historia real había sido muy parecida a cómo se cuenta en la película. Creo que él también sintió que yo podía ser un vehículo para contar su historia. Para preparar el papel, tuve que mirar para atrás, porque yo tenía cercano lo vivido en mi juventud en entornos abertzales, manifestaciones… y por ahí encontré relativamente cercana la posición de Luis cuando era miembro de ETA. Si que, cuando me llegó el guion, tuve un poco de miedo porque, en ese momento, yo no tenía un discurso claro sobre el tema; Icíar me preguntó cómo creía que iba a caer esa historia en la sociedad vasca y le dije que pensaba que había que contarlo, porque no deja de ser la historia de tres personas.

¿Qué tiene esta profesión que tanto engancha?

El arte hace que, constantemente, estés buscando, a través de lo que haces, saber quién eres y en esa búsqueda, el arte te eleva hasta las nubes, pero tienes encuentros con él que te devuelven a la tierra. Lo importante es que te vas conociendo y creando tu propio discurso y, a partir de ahí, lo más interesante es ver cómo se lo vas a mostrar a los demás. Por eso, a mí me interesa el arte social: aprendes tú, pero también se lo enseñas a los demás, y creo que esa deformación profesional es la que también me ha llevado a ser profesor.

¿Por qué hay tantos problemas para vivir del arte y la cultura?

Porque en este país somos más de ver fútbol que de ir a museos, hemos sido siempre currelas, y el trabajador bastante tenía con traer un sueldo a final de mes. Porque no es lo mismo trabajar en una oficina que en una fábrica,y aquí, en Euskadi, se ha trabajado mucho en la industria y en la construcción… por suerte, ahora nos estamos convirtiendo en una sociedad de servicios y tenemos un acceso más fácil a la cultura y mayor poder adquisitivo. Pero tampoco se invierte en cultura, comparado con otros países de nuestro entorno. Solo se potencia a pequeña escala. Para hacer una película tienes que ir de la mano de una cadena de televisión, que suele coger a la gente de siempre porque sabe que es garantía de éxito para recuperar lo invertido. Por supuesto que Luis Tosar, después de una carrera extraordinaria, ya no tiene que hacer castings, pero Urko Olazabal, a día de hoy, tiene que pasar por ello para poder trabajar… Por suerte, yo he hecho mi carrera en Bilbao y soy un “actor de provincias” que ahora está mejor relacionado, pero ¿cuánta gente hay en Madrid que están trabajando en bares para poder pagarse la carrera, los castings…? El problema es que aquí no hay ni siquiera una bolsa de trabajo o un subsidio al arte, como puede haber en países como Francia, por ejemplo.

 Lo que es innegable es lo que ha crecido el cine vasco en estos últimos años. ¿A qué cree que se debe este éxito?

Aquí siempre ha habido muy buenos técnicos, que han inspirado que haya escuelas de cine en Bilbao y se proyecte un poco más esta profesión. Así que, todo va creciendo y se ha ido apostando, cada vez más, por el cine de aquí. Por otra parte, el hecho de que hayamos obtenido cinco goyas en cuatro años, solo en interpretación, hace que los niños vean que hay posibilidades reales de llegar a ello porque ven referentes cercanos. De esta forma, hay más oportunidades para los cineastas vascos y se abren escuelas como la que mi mujer Karmen y yo hemos montado, para que la gente no tenga que ir a Madrid o a Barcelona a estudiar interpretación de cine. Además, también se están haciendo cosas en euskara distintas a las que se hacían hace veinte años, porque hay una mayor amplitud de miras y directores, como Paul Urkijo o David Pérez Sañudo, por ejemplo, que se atreven a hacer un cine diferente y se atreven a producir en euskera, a pesar de que no sabes si va a haber un público suficiente que lo vaya a recibir. En Euskal Herria, gracias al trabajo de las ikastolas en los últimos 30 años, cada vez hay más gente euskaldun, y eso se refleja también en la cultura.

Actualmente, imparte clases de interpretación en su propia academia y de audiovisuales en la ikastola Urretxindorra, ¿qué le aporta esta faceta de profesor?

Egoístamente, veo que aprendo mucho de ellos porque, al ver sus desajustes, veo qué recorrido le falta a ese personaje. Yo tengo una pila de libros de todo tipo que he releído y controlo absolutamente, pero cuando lo pongo en práctica con ellos y veo que funciona, es muy satisfactorio, y es algo que yo también utilizo cuando hago mis trabajos. Sobre todo, lo que trato es, como te decía antes, que busquen su propio discurso y cuál es su aportación al arte y al mundo, y que sepan expresarlo de una manera artística. En definitiva eso es la interpretación: tú te conoces y puedes aportar y, como cada uno tenemos una cabeza diferente, lo que vale es tu criterio y no el de los demás.