MAR. 09 2022 EDITORIALA El problema es la adicción a los hidrocarburos fósiles EDITORIALA La guerra desatada por Rusia con la invasión de Ucrania se disputa en varios frentes, y el energético no es el menos importante de ellos. Las cifras son las que son, especialmente en el rubro del gas: más del 40% del que consume la Unión Europea viene de Rusia, y dos terceras partes del que exporta Moscú tiene como destino la UE. Para Bruselas, la macabra paradoja de esta dependencia mutua estriba en que, mientras arma a Ucrania, también financia a Rusia. Esta evidencia, que choca con el ardor guerrero de estos días, llevó ayer a la Comisión a proponer reducir en dos tercios la dependencia del gas ruso de aquí a final de año. El plan tiene dos pilares: diversificar el suministro de gas, y reducir el consumo aumentando la eficiencia e impulsando las renovables. Sobre el papel, el plan es fenomenal. Tanto que cabe preguntarse por qué ha hecho falta que Rusia invadiera Ucrania para ponerlo encima de la mesa. La respuesta más plausible, sin embargo, es que se trata de un plan más diseñado para salir al paso de las presiones para cortar las compras de gas ruso, que para poder implementarse de aquí a final de año. Los productores de gas son los que son –Rusia es el segundo mayor productor y el principal exportador– y está por ver si es posible –y económicamente asumible– diversificar esas fuentes, dado que el resto de exportadores tiene contratos a largo plazo y el transporte de gas licuado es considerablemente más caro. La multiplicación de la capacidad eólica y fotovoltáica, del mismo modo, también choca con realidades como las dificultades en las cadenas de suministro globales, la escasez de numerosas materias primas fundamentales y los problemas que las nuevas instalaciones crean en los territorios. La negativa a reformular el sistema de fijación de precios de la electricidad –la Comisión apenas sugirió ayer varios parches coyunturales– es otra muestra de que son las urgencias más inmediatas, y no una visión estratégica a largo plazo, lo que sigue moviendo a la UE.